En un país donde se mediatiza la desgracia ajena en busca del rating, hasta se la manipula políticamente con intereses oscuros, cuando lo correcto es exigir justicia, también hay noticias positivas y alentadoras.
Con motivo de la proclamación de abanderados, portaestandartes y escoltas en las instituciones educativas del Azuay, trascendió un hecho poco usual en los últimos años.
En Cuenca, de acuerdo al reporte de la Coordinación de la Zona 6 del Ministerio de Educación, 1.098 alumnos de los terceros de Bachillerato fueron parte de los cuadros de honor.
De ese número, 716 son mujeres, es decir el 65 por ciento.
Según lo informa El Mercurio, en la Unidad Educativa Miguel Moreno el cuadro de honor estuvo compuesto solo por mujeres. Esto llamó la atención de los propios estudiantes; también de los padres de familia.
No se trata de hacer comparaciones, no siempre justas; además porque suelen interpretarse de acuerdo a las conveniencias. Para la portaestandarte Jennifer Campoverde, el hecho es interesante, pero no una sorpresa; tampoco de ser mejores con relación a los varones.
Para la abanderada Kattherine Quezada, las mujeres son valiosas. Pueden destacar en lo académico, en lo profesional.
En efecto, la mujer, intelectualmente no es ni más ni menos con relación al hombre; tampoco en otros ámbitos. Y de esto da cuenta la historia de la humanidad.
Más bien, muchos logros científicos, literarios, por citar dos áreas del conocimiento, conseguidos por mujeres, han sido ignorados, no reconocidos en su real magnitud.
El acto de juramento a la bandera no pudo ser el mejor marco para relievar el rol de la mujer, en este caso particular, de estudiantes, cuyo presente y futuro permiten soñar en grande.
El Estado debe confiar en la juventud, dándole una educación de alta calidad, incluyendo en valores, única manera de prosperar, de dejarnos de considerar tercermundistas, manipulables, de vivir del lamento y la queja.
Es una forma, sino la única, de revolucionarse a sí mismo como país.