Un espacio para la espiritualidad, sin importar la religión a la que se profesa. Un lugar para la paz, para el silencio. Un sitio para el encuentro con uno mismo, con el otro y con la naturaleza. Un mirador distinto, un mirador sagrado: así llamó el párroco de Turi, Enzo Amato, al balcón abierto que presentó el 25 de septiembre a Cuenca.
Con piedra del Cojitambo, con figuras religiosas y con el apoyo del arquitecto Diego Pesántez (ganador de la presea Patrimonio Cultural de la Humanidad en el 2021) en Turi se levantó un nuevo mirador que pretende ser un espacio espiritual para todos aquellos que lo visiten.
El balcón, de piso de césped, tiene un muro de contención que hace de altar porque encima de él descansa la figura católica que dio paso a su construcción: el Divino Niño.
Hace algunos meses, un hombre de edad le regaló la figura al párroco Enzo Amato. Y lo primero que se preguntó el sacerdote fue en dónde ubicarla.
“Comencé a pensar en dónde poner, en dónde dejarla. Y allí la amistad con el arquitecto Diego Pesántez nos permitió idear este espacio muy natural, de piedra. Es un espacio sencillo, no es lujoso, que nos llama la naturaleza”, dijo Amato a diario El Mercurio.
Del porqué crear un lugar así llegó del pasado, de las costumbres y creencias que, de alguna manera, la población sigue sosteniendo.
Hubo un tiempo en el que los pueblos indígenas de Azogues, Tambo y Cañar llegaban a Turi. Todavía no había un mirador de cemento, restaurantes o espacios turísticos. Lo que había era naturaleza, altura, un espacio para el culto. Y precisamente por ese último aspecto es que los indígenas caminaban hasta Turi.
Luego, con la religión católica, las alturas de la parroquia rural fueron usadas como el santuario para la devoción al Señor de Belén y a la Virgen de la Nube.
Consideradas ambas visiones, y con el apoyo de los feligreses, se empezó a dar forma al balcón en un terreno de la Arquidiócesis de Cuenca que se encuentra a escasos metros del renovado mirador de Turi.
“Turi tiene una vocación espiritual. Sea cual fuere la creencia, porque la relación crea una energía positiva, divina. Es un santuario de altura”, agregó el párroco.
Cumplida con la primera etapa que consistió en la apertura del mirador sagrado, el siguiente paso es continuar con una segunda fase. En ella se incluye construir una ruta “espiritual”.
Por ahora ya se han limpiado los espacios que están sobre el balcón y su muro de contención para seguir con la construcción de una serie de templos.
“Vamos a hacer un templo de fuego, con muchas velas. En el medio tenemos un espacio en el que quiero colocar una escultura a la Madre Tierra. Y más allá vamos a hacer el templo del agua, que es una pileta para que la gente pueda tocarla, y también va a haber un templo de las vírgenes, como la del Cisne, como de la Nube”, explicó Diego Pesántez.
Esos trabajos avanzarán en los próximos meses, mientras tanto, el balcón, el espacio espiritual, en donde el techo es el cielo y el piso el llano, en donde no importa en qué se crea, está abierto para recorrerlo y olvidar de los momentos frenéticos que da la ciudad. (AWM)-(I)