Gerardo Maldonado Zeas
La muerte horrorosa de María Belén Bernal es un acto condenable del principal sospechoso Germán Cáceres, un femicidio de los tantos que ha habido en el Ecuador, consecuencia de la violencia intrafamiliar campante y sin tregua.
Este execrable crimen ha sido politizado. Los correistas que no tienen la mínima decencia fueron al funeral a gritar ¡Paola Prefecta! y en la Asamblea Nacional, luego de las vacaciones, en la primera sesión escucharon a la madre Elizabeth Otavalo, quien antes había llorado a mares mientras alguna de las comisiones le atendía, creando una especial para el caso, lo cual es prohibido al existir la de justicia, o de derechos humanos. Se han dado treinta días para encontrar la verdad; una barbaridad sin nombre que se hayan disputado la memoria de la fallecida.
Como si la Asamblea y su mediocridad en todo sentido, sería capaz de impartir justicia, condenar a asesinos, crear modelos de honorabilidad, o dar lecciones de ética. Se han atrevido a realizar juicios de valor, rasgarse las vestiduras; este grupo de correistas, disidentes, rebeldes, manoseadores de la dignidad, son de una pobreza moral y de una elevada sinvergüencería.
Sobre la tristeza de la familia, se han hecho y dicho cosas, que nunca imaginamos escuchar. “Que desaparezca la policía” era el grito de guerra de un asambleísta, como si la institución como tal sería la responsable del femicidio, mientras el presunto autor está fugado. Se debe investigar todo con claridad, sin sesgos, ni pasiones ideológicas.
La sociedad ecuatoriana está conmocionada por este crimen, pero también condena la politización del caso. Mientras la fiscalía busca hacer bien su trabajo, también está con dardos en su piel. Las redes sociales que son los espacios en los cuales se dictan sentencias, se encuentran culpables y se liberan a los autores, coautores y cómplices, están encendidas al máximo generando un morbo especial.
Si durante este tiempo han sucedido crímenes, violaciones de niñas, ha crecido la violencia contra las mujeres y se ha vestido la inseguridad de cuerpo entero, el difícil caso de María Belén Bernal debe impulsar al Estado ecuatoriano a trabajar de manera ardua para eliminar las iniquidades e injusticias.
Cuando hablamos de Estado, incluimos a la Asamblea Nacional que debe legislar en favor de las mayorías, y hasta el momento queda debiendo de largo por la pobreza de criterios, la falta de educación formal y carencia de principios. Igual llamado a los jueces, a que den lecciones de verdad con sentencias claras y sin direccionamientos. El país necesita nuevos vientos para levantar su alicaída motivación. (O)