Hugo Darquea López
Pretender que los actos humanos sean guiados por la razón responde a la naturaleza del homo sapiens, ya que se encuentra en la capacidad de conocer y decidir en el mundo de las relaciones y actividades creativas.
El ser humano crea cultura. Lo que construye es cultura, su mismo habitad físico y social, desde las relaciones más íntimas como la familia a la comunidad integrada en la sociedad y el estado.
El arte de vivir y de saber vivir bien, todo ese universo es cultura.
Por eso el fin de la política es el bien común, centrado en el ser humano, valor esencial del Estado.
Así se ha generado el sistema de valores cuya base es la libertad con los deberes y obligaciones correlativas a la buena vida humana con la cultura refinada del saber vivir. Pero la realidad se encuentra muy lejos de estos conceptos.
La violencia, el delito común y el crimen organizado, la drogadicción, la trata de personas, el tráfico de armas, son hechos cotidianos, la destrucción de la naturaleza y la alteración de los principios y valores fundamentales sacuden los pilares de la sociedad.
La demagogia, las tiranías y la Kakistocracia son vilezas que destruyen la confianza y seguridad jurídica. Del homicidio al asesinato y a los crímenes de lesa humanidad es la escalada siniestra del terrorismo, simplemente abismal.
La Vida Humana y la Vida como esencia del Cosmos están enfrentando los virus brutales del egoísmo y de la codicia. Entonces, vemos que la razón de la política se encuentra en su punto de mayor crisis.
Del átomo a la guerra atómica.
¿El final de la historia?