Mario Jaramillo Paredes.
En la entrada a la Sala dedicada a la cultura Azteca en el Museo Nacional de Antropología de México hay un enorme dintel que dice: Todo el Mundo es Tierra Tenochca.
Para los aztecas -los tenochcas- su mundo era todo el mundo. Ese mundo comenzaba en Chiapas, al norte y terminaba en tierras centroamericanas, al Sur.
No existía para esa gran cultura indígena otro mundo.
Cuando Colón llegó a América, un día como ayer del año 1492, venía de un mundo que para los europeos era todo el mundo. Ese mundo terminaba en el Finis Terrae, la actual Galicia.
Más allá sólo había el Mare Tenebrosum. El Mediterráneo, al Sur, era puente pero también barrera. Sabían por unas pocas referencias -sobre todo de Marco Polo- que había tierras ricas y grandes en Oriente, en las “Indias”.
Los Incas creían que el mundo era el comprendido entre Colombia al norte y Chile al sur. El Océano Pacífico era para ellos un puente para navegación de cabotaje pero también una barrera que marcaba el fin de lo conocido.
Estaban -al igual que los aztecas y los europeos- convencidos de que no había más mundo que el suyo y por ello lo llamaron el Tahuantinsuyo, es decir los cuatro puntos cardinales. En otras palabras toda la tierra existente.
Ni aztecas, ni incas, ni europeos eran ignorantes. Eran culturas notables. Europa estaba entrando en el Renacimiento, el más grande momento cultural de occidente. España había expulsado ese mismo año a sangre y fuego a los moros.
Los aztecas terminaban de dominar con extrema crueldad a los pueblos del valle de México y construían grandes monumentos arquitectónicos.
Los incas, con crueldad, habían sometido a los pueblos vecinos, y con el trabajo de esos pueblos esclavizados, construían fastuosos templos y palacios.
Europeos, Aztecas e Incas, tenían aberraciones similares: mataban, por igual en nombre de su Dios. Los tres eran imperios, con un gobernante dueño de los hombres y de las cosas. Los gobernantes eran Dios encarnado.
En 1492, la Tierra por primera vez se mostró en su totalidad. Nuevos mundos, no solamente para los europeos, sino también para los americanos surgieron y se produjo esa gran fuerza vital que es el mestizaje. (O)