¡Adiós, María Rosa!
¡Tantas veces nos despedimos en la vida, como un poco antes nos habíamos saludado! Pero creo que nunca nos dijimos adiós, porque sabíamos o creíamos saber que no era definitiva la despedida. Mas, tristemente, ahora sí lo es.
Adiós Negrita, como la llamábamos en el ambiente casi familiar, de confianza, de la amistad, el compañerismo, la camaradería.
Adiós, señora única y maravillosa, especie de enciclopedia viviente, a la que recurríamos para que nos aclarara cualquier duda sobre la cultura y literatura universales, nacionales y locales; sobre lo lejano y lo próximo, sobre la tradición y las bellas mentiras que ella encierra.
Adiós, figura femenina mayor de la intelectualidad cuencana de su generación.
Adiós, colega de tantos años, en el “Manuel J. Calle”, la Facultad de Filosofía, Diario El Mercurio, la Casa de la Cultura.
Para Ud. nuestra situación en la familia y el mundo, era algo que conocía bien, ya fuera por las confidencias o por la intuición, tan aguda, que hacía pensar que estaba dotada de poderes adivinatorios.
Ud. sabía cuál de los manjares que preparaba era la golosina favorita de cada uno de sus amigos; conocía la pena íntima de cada cual, e intentaba consolarla, con su palabra buena, su sabiduría y su bondad infinitas e inacabables.
Sus intuiciones, rara vez fallaban y ese deseo de consolar al triste, alimentar espiritualmente al esperanzado, apoyar al que estaba a punto de perder las ganas de vivir, se extendían del círculo de sus íntimos a todos los que requiriesen ayuda, por eso era capaz de llegar al mismo corazón de sus alumnos y levantarles el ánimo en los peores momentos.
Querida María Rosa: solo se ha apagado su luz material, pues la del espíritu, con su brillo de estrella, subsiste en la eternidad.
Siga resplandeciendo para siempre, constituyendo, perpetuamente, el mejor don que pudo darnos Dios en esta dura senda de nuestras vidas, las cuales supo iluminar con extremas generosidad, bondad y camaradería.
En nombre de nuestro Grupo de Literatura de la Facultad de Filosofía y Letras: María Eugenia Moscoso; Felipe Aguilar y Martha, Cornelio Malo y María Inés, Nelly Peña, María Augusta Vintimilla, Manuel Villavicencio y Alexandra, y quien esto escribe y Eulalia Moreno, adiós, amiga incomparable; deseamos que entre por siempre en la Paz de Dios. (O)