En este 2 de noviembre, día de difuntos, vayan nuestros más cálidos
recuerdos y sentimientos para todos los que nos precedieron en el viaje,
pero que día a día viven impregnados en las fibras más íntimas de nuestro
corazón. Padres, hermanos, familiares, amigos, compañeros, con quienes
compartimos momentos inolvidables de nuestra vida, a través de los
cuales aprendimos muchas lecciones, gracias a sus valiosos ejemplos que
nos supieron manifestar. Unos más, otros menos, pero todos nos
brindaron preciadas enseñanzas, nos inculcaron valores y principios, que
desgraciadamente hoy se van perdiendo en este mundo convulsionado;
valores y principios con los cuales nos desenvolvemos en nuestro diario
vivir.
Hoy que sus cuerpos descansan en el crepúsculo cercano a las tinieblas
infinitas, que en un determinado momento nos envolverá a todos; a pesar
del tiempo y de la inexorable distancia que nos separa, a todos les
recordamos vivos con dicha y nostalgia; tenemos tan prendidos sus voces,
sus risas, sus consejos. Sí, sentimos su vacío y lloramos porque se fueron,
pero también sonreímos por que vivieron y por el amor que compartimos
con mucha ternura y devoción. Son el silencio y la paz de nuestro hogar, el
alba que nos despierta cada mañana, la brisa que besa a diario nuestros
rostros, son el dulce recuerdo incrustado en nuestra memoria, son no una
página, sino un libro de nuestra historia. Sabemos que existe la muerte
por que antes hubo vida, y nos consta hasta la saciedad que la vida
terrenal de los se adelantaron, estaba enmarcada dentro los principios
éticos y morales, que todos añoramos tener. Como dice José Saramago.
“La vida nunca se acaba, solo los viajeros acaban, incluso estos se
prolongan en nuestra memoria y en nuestro recuerdo. El fin de un viaje es
solo el inicio del otro”.
Vaya mi sentido homenaje de recuerdo, cariño y admiración, para todos
los que se adelantaron en el viaje, y que hoy descansan en paz. Esperamos
que sus vivencias y recuerdos nos permitan seguir soñando paraísos a sus
sombras…(O)