Están indignados por la inseguridad rampante, repudian el derecho al aborto, rechazan con todas sus entrañas que pueda haber una definición del sexo más allá de la bíblica, siguen sin reconocer la derrota electoral del expresidente Donald Trump en 2020 y, sobre todo, odian a sus rivales: Son los republicanos «MAGA», los acólitos de Trump, que buscan hacerse más fuertes en las elecciones del próximo 8 de noviembre.
Cerca de 200 personas se dieron cita en el pueblo de Feasterville-Trevose, en el estado de Pensilvania, en un mitin del candidato republicano a gobernador de este estado Doug Mastriano, apadrinado por Trump y empapado de la retórica MAGA, siglas en inglés del lema «Hay que hacer a EE.UU. grande de nuevo».
«Estoy aquí porque Doug Mastriano es absolutamente el mejor. Conocí a Mastriano accidentalmente hace unos tres años y medio en Facebook, hablando de estos estúpidos confinamientos y de los idiotas que se convirtieron en los dictadores que gobiernan nuestro estado», asegura a EFE Larry Steinhouse.
Como el resto de los participantes, en su mayoría jubilados, Larry se ha desplazado con su vehículo hasta el club de campo Hilltop Athletic, situado al final de un camino rural de casas de madera, para apoyar a Mastriano, a quien las encuestan sitúan bastante por debajo de su rival, el demócrata Josh Shapiro.
Pero el auto de Larry no es como los demás. Está decorado con los colores de la bandera estadounidense y luce escrito con grandes letras «Let’s go Brandom» (Vamos Brandom), una expresión que usan muchos republicanos para insultar de forma encubierta al presidente estadounidense, Joe Biden.
Asegura que no puede decir lo que quiere, por eso una el auto: «Todo el mundo saluda, unos con cinco dedos, otros con uno», agrega Larry, que no duda en asegurar que si sus candidatos no ganan las elecciones se irá al «país Florida».
ELECCIONES ROBADAS, ANTIABORTISMO E INSEGURIDAD
El veterano del ejército Tom Gallagher confía en que Mastriano «devuelva la integridad a las elecciones», porque, como muchos trumpistas sostienen, en los pasados comicios presidenciales «hubo demasiado fraude».
Tom también alaba del candidato republicano que sea un «pro-vida» cómo él, porque: «No me puedo imaginar matar a un niño en el útero, mientras a ellos les parece bien y matan al niño también fuera del útero», subraya.
Carol, una jubilada cuyo principal deseo es que se restaure «la ley y el orden» apunta que «es muy aterrador lo que está ocurriendo».
«Nunca en mi vida he tenido miedo de estar sola, de salir sola, de ir a comprar sola en Estados Unidos, nunca en mi vida, y ahora lo tengo» dice.
Y es que la inseguridad es prácticamente la primera y a veces la única cuestión que destacan las personas dispuestas a hablar con la prensa. Unas pocas se prestan, tras alguna vacilación, a hacer afirmaciones que saben suelen ser tachadas de extremistas y radicales por sus contrincantes, periodistas y analistas independientes.
Como Dave, que confiesa que lo suyo es una «vendetta personal» contra los demócratas a quienes responsabiliza del cierre del salón de belleza de su hija.
«Si las cosas van mal, puede haber disturbios civiles y eso me da mucho medio. (…) Necesitamos que los republicanos recuperen este país, porque los izquierdistas demócratas, no todos, pero los izquierdistas están fuera de control y tienen que ser corregidos», zanja.
LA ESENCIA DEL MENSAJE TRUMPISTA
Durante los treinta minutos de su discurso, Mastriano cuyo lema es «volver a caminar como hombres libres», condensó todas las preocupaciones, odios y anhelos de sus entregados simpatizantes.
Su rechazo a lo que denominan «inmigración ilegal», a la educación sobre género en la escuela, al aborto, al recorte de penas carcelarias, a poner coto a los combustibles fósiles, a los impuestos, a imponer un control a la tenencia de armas o a la revisión del pasado racista estadounidense, fueron desgranados por el candidato republicano ante las ovaciones de los asistentes.
Mastriano reforzó el convencimiento de que ellos son los moderados, los defensores de los valores, de la constitución, de la ciencia y de la democracia, frente a los «demócratas izquierdistas» que, según él, quieren corromper toda la sociedad comenzando por los más pequeños.
«No te dejes oprimir por esa gente. No te avergüences de ti mismo. Recuerda quién eres, eres estadounidense y ya sabes, nosotros estamos del lado de la verdad, del lado de la constitución», dijo.
Cuando llegó el momento de hablar de las mujeres, cedió el estrado a su esposa Rebecca, que arrancó su discurso asegurando que los demócratas «se equivocaron cuando decidieron que no podían definir qué es una mujer».
«Así que nosotras, como conservadoras, llevamos la antorcha de los derechos de las mujeres», apuntó Rebecca, en referencia a unos derechos resumidos también en el lema del grupo «Mujeres a favor de Mastriano», impreso en uno de los vehículos del aparcamiento: «Por los derechos dados por Dios, no los garantizados por el Gobierno».
Con cada crítica apasionada de los Mastriano y con cada promesa, como la de llevar armas o que Pensilvania deje de dar cobijo a los inmigrantes indocumentados, se levanta una ovación, a veces acompañada de una pequeña marea de toallas rojas regaladas a la entrada del evento y que los presentes agitan con pasión en el aire.
Y después de haber escuchado a su candidato, rezado por su victoria y cantado el himno nacional, algunos recogen más propaganda política o compran productos de la campaña antes de volver a sus automóviles con el último regalo, una pancarta de Mastriano para colocar en el jardín de la entrada de sus casas. EFE