Cuenca nació, dentro de cuatro ríos, con sus cruces, que eran a la vez puertas y fortalezas. Cuenca sintiéndose demasiado estrecho, y, como no pudiera moverse allí, paso los ríos, y hoy no queda más que recuerdos. Poco a poco, la oleada de casas, empujada siempre desde el centro, hacia a fuera. Las casas se aprietan se amontonan y hoy se elevan su nivel como el agua en un recipiente a hacerse profundas, a ponerse pisos, a subirse unas a otras, a saltar hacia arriba, como la sabia comprimida, a sacar la cabeza por encima de sus vecinos para respirar el aire.
Mas, una ciudad como Cuenca crece perpetuamente, con todas las propensiones naturales de un pueblo, como un pozo de civilización, por decirlo así por su rebeldía un día arranco a los reyes por motines y rebeliones, como una manera de obrar de su pueblo, dejando una herencia inmemorial a sus descendientes, ya que el rey o el poder político no cede sino cuando el pueblo lo obliga a ello.
Sin embargo, por admirable que os parezca el Cuenca de ahora, reconstruid con vuestra imaginación esta ciudad hace uno dos siglos atrás, contemplad sus torres de sus diez Iglesias resplandecientes por todos los lados, sobre los cuales caen de tiempo en tiempo los golpazos de sus campanarios, con el repique deslumbra aún más ese tumulto de campanas, que cantan a la vez en rondadores y flautas de sus hijos, que lo construyeron y sin duda, está la Catedral de la inmaculada Concepción, de estilo gótico renacentista, con tres cupulas inspiradas en la basílica de San Pedro de Roma.
La Cuenca actual es una colección de muestras de varios siglos, nuestros padres tenían una Cuenca de piedra, de aquella vieja ciudad que lo es iluminada por un rayo de luna, y señala una época en la vida. ¡Libertad!! (O)