En mi época de colegio me acompañaba la inquietud de saber el tiempo que dura el aprendizaje, hoy creo que, en el mundo actual, en el cual aumentan rápidamente nuestros conocimientos y cambia continuamente nuestra interpretación de ellos, la educación juvenil full-time no es suficiente. A ella debería seguir una educación part-time durante toda la vida.
Los títulos que un estudiante obtiene al egresar del colegio o de la Universidad, no pueden ser un criterio definitivo para estimar la capacidad de una persona, sino para formular un juicio provisional sobre ella. En la vida adulta cada uno de nosotros, debería continuar estudiando y volver a valorarse repetidamente. Las pruebas serían las realizaciones prácticas de una persona en diferentes fases de su vida.
La formación académica por sí sola no puede desarrollar el cuerpo y el espíritu en una medida apropiada. Para complementar esa formación, deberíamos buscar formas de hacer que los estudiantes tuvieran mayor contacto con la sociedad, y ofrecerles oportunidades para que lo más frecuente posible, adquieran experiencias mediante actividades que no solo tengan que ver con los planes de estudio, sino también mediante la participación en la vida de la comunidad.
Estoy seguro que el tipo de educación que se necesita hoy, es un sistema que se concentre en el desarrollo del ser humano en su totalidad. Sostengo que una de las ventajas de continuar educándose durante la vida adulta, está en que un adulto puede aportar su experiencia personal a los conocimientos que aprende académicamente.
Tal vez la mirada de un corazón puro y sincero que trascienda las apariencias y vaya directamente al interior del otro, a su irrepetible calidad de persona, sea lo más difícil de adquirir; y sea el único criterio para calificar el éxito o el fracaso de un tipo de educación, hasta, acaso de una vida entera.
En un mundo tan desafiante, es definitivamente más importante, enseñar a aprender y pensar que a repetir un cúmulo de ideas.
Jóvenes de hoy y del mañana, ustedes tienen en sus manos las semillas del futuro, tiene muchas ilusiones y esperanzas; sean como el ruiseñor que no construye su nido en una jaula por miedo a que la esclavitud sea el destino de sus pequeños.
La verdadera riqueza de una nación, no es ni su oro ni su dinero, sino su saber, la sabiduría y la rectitud de sus hijos. (O)