El Ejército desfila, muestra sus uniformes, artillería y alguno que otro instrumento vetusto que en alguna guerra utilizó.
También hay espacio para el compás de una banda militar, unas cuantas voces de mando y las innovaciones de los ochenta de alguna brigada. Por supuesto, siempre hay espacio para viejos vehículos que funcionan a diésel y dicen ayudar a la defensa nacional.
El país no tiene urgencia de una guerra territorial como las de los años 50 o 90, tampoco se encuentra en conflicto limítrofe alguno, ni persecución de un país hacia doblegar nuestra soberanía. Los tiempos son otros. Las visiones, lamentablemente, parecen seguir siendo las mismas.
El Ecuador enfrenta un delicado momento en el cual es urgente la inteligencia militar, la tecnología y decisión para rebasar lo impensado que puede suceder en el país. Así, propender a la exhibición del material bélico, los cañones y las escopetas, diría, es la muestra de un tiempo ido, pero que para la memoria de las acciones de algunos se mantiene.
Sí. Mientras el mundo debe caminar hacia una cultura de la paz, una convivencia de respeto y humanismo, de tolerancia y compromiso hacia el otro, hacia el territorio y el tejido social; parece ser que en las mentes de unos pocos sigue siendo importante, paralizar una ciudad, el pensamiento y creatividad de la gente, para observar lo que el combate produce o quiere producir, lo que la guerra necesita o llama, lo que las armas son capaces de provocar y crear.
Parada militar: Parada del tiempo. Parada militar: ¿qué mostrar? ¿Parar? ¿Qué? En fin, ha de estar aún vigente el viejo refrán: en donde manda capitán, no manda marinero.
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