Sí, así, con minúscula. En el Olimpo, el que se escribe con mayúscula, vivían las divinidades de la mitología griega.
En nuestro “olimpo”, la desgracia del Ecuador, viven, se alimentan hasta por ósmosis, duermen juntos, cometen incesto, una manada de corruptos y corruptores, solo que bien disfrazados.
La única membrecía para ingresar a ese lugar es ser ladrón, un sinvergüenza a carta cabal, un caradura, un desnaturalizado, un narcopolítico.
En ese “olimpo” solo caben los politiqueros guarnecidos en partidos o movimientos, o pegados a ellos como garrapatas en el lomo del toro.
Persiguen el poder con la misma astucia de la hiena para asaltar la caza ajena, solo que el depredador lo hace para sobrevivir. Los de nuestro “olimpo” lo hacen para robar y vivir como dioses, sin importarles el fango en el que pisan.
Son ñaños, son cuates, son pareja, son socios de la ruindad. Todo lo celebran juntos. Beben en la misma copa. Adoran al mismo becerro de oro, aunque mañana se conviertan en acérrimos enemigos, sea por deslealtad, por mal reparto, por traiciones, por romper el juramento, por deslindarse de proyectos políticos concebidos para someter, para sojuzgar, para izar chueco la bandera nacional, para amasar fortunas si es posible hasta escupiendo en el vientre de sus madres.
En esos “olimpos”, con las excepciones de rigor, convergen jueces y fiscales, contralores, procuradores y uno que otro “general”; asambleístas, abogados y periodiqueros; profetas del desastre y quienes se arrastran para no perderse el festín o la mesa en la cual rematan la patria.
Entre ellos hacen las leyes, las trampas, los intersticios por donde se cuela la nulidad de los juicios, los amparos y desamparos; la torcida de las investigaciones; la facilidad para rebajar las penas y hasta para alzarse con el poder.
Esos “olimpos” huelen a petróleo revendido, a dinero sucio producto de sobornos; a tributos pagados por Juantodonada, a deudas millonarias de las cuales solo dejaron los pagarés para que paguen los giles.
En esos “olimpos” cohabitan los que tienen rabo de paja, así Juantodonada les crea enemigos políticos.
Cuando los otrora compadres se sacan uñas y dientes, actúan como ratas territoriales. Cada quien pretende que su cloaca huela menos. Cada quien es menos cochino que el otro, u osan proclamar que son inmaculados.
Sí, en ese “olimpo”, con el permiso del sabroso animalito, todos “quedan como el puerco”, así ignoren que “a cada cerdo le llega su San Martín”. (O)