Puede ser recurrente. Pero lo es a fuerza de los diarios sucesos. Nos referimos al embate de la delincuencia en Cuenca, hasta hace poco una ciudad tranquila.
En los diferentes barrios, más en los periféricos, el vecindario se une, forma brigadas y hace operativos nocturnos.
En ciudadelas y urbanizaciones se refuerzan las seguridades. Aun la tienda más pequeña se blinda con rejillas. Cada vez son más las viviendas con cercas eléctricas. Los comercios, los restaurantes, los bares, las discotecas, asimismo toman los debidos recaudos para evitar el robo.
En las inmediaciones de la feria libre El Arenal, sujetos recorren exigiendo pagos (“vacunas”) a quienes, desde las zonas rurales por lo general, salen a vender sus productos.
Como en Guayaquil, hasta las Unidades de Policía Comunitaria se amurallan. No ha de ser “así por así”.
Este diario da cuenta de recientes sucesos: un intento de sicariato, un femicidio, un secuestro, robos a viviendas, locales comerciales y vehículos. De estos últimos, ¿cuántos ocurrirán a diario?
El intento de sicariato ocurrido el sábado no es el primero; ni será el último. Algunos se consumaron. Por tratar de asesinar a un hombre con antecedentes penales según la Fiscalía, dos mujeres fueron las “víctimas colaterales”.
El sujeto vino desde Guayaquil. Este es otro síntoma. Los delincuentes, no todos por su puesto, llegan de otras ciudades, huyendo de la justicia, de ser asesinados por sus compinches, o en busca de “una mejor plaza”.
A Cuenca arriban muchos ecuatorianos, familias enteras en algunos casos, en busca de mejores días. Bien, si ese es el propósito. Pero entre ellas, al parecer se cuelan quienes llegan para delinquir.
La cárcel de Turi, donde pernoctan líderes de poderosas bandas delictivas, es otro “atractivo” para la llegada de malhechores cuyo “trabajo” es dispuesto por aquéllos.
Lo descrito es una realidad, dura, pero es la realidad. Combatir la inseguridad comienza por tener una estrategia desde el Gobierno. Cuenca lo exige.