Desde hace algún tiempo Cristian Sánchez, periodista de Diario Mercurio, realiza un seguimiento cercano al drama de la migración. Esta vez junto con Andrés Mazza y otros colaboradores han presentado una cobertura periodística especial que nos permite conocer el dolor impregnado en las historias de ausencias, pobreza y desesperación con imágenes y testimonios que dan cuenta de un trabajo con rigurosidad periodística.
En el Azuay las olas migratorias no son novedad. De acuerdo con el reporte periodístico se han registrado salidas masivas en al menos tres distintos períodos; sin embargo, a pesar de las décadas de diferencia, las motivaciones no varían mucho. La pobreza, junto con la falta de oportunidades y ahora, las consecuencias de la pandemia, son condiciones que han afectado a las familias y motivado al dolor de la separación del hogar, de su tierra y de sus planes iniciales para perseguir otras alternativas por muy riesgosas que sean.
Las historias del dolor reflejadas en nombres como Lizbeth, Claudio, Lupe se presentan en este trabajo periodístico como un testimonio del sacrificio de miles de compatriotas que han puesto en riesgo sus vidas, su estabilidad emocional e incluso la tranquilidad económica de sus familias, en la intención de proveer un sueño que no pudo ser cumplido en la tierra que los vio nacer.
El doble rol del periodismo debe reflejar este doloroso retrato social, pero también moldear a su audiencia ya que en cierto modo estos relatos permiten tomar conciencia del peligro del viaje, de los riesgos del trayecto y las amenazas de coyoteros, delincuentes, narcotraficantes. El rol del periodismo también se cumple cuando denuncia y alza su voz ante la necesidad de políticas públicas más comprometidas y efectivas sobre la situación social y económica en la región. El Estado debería estar para prevenir este sacrificio, ofreciendo las tan prometidas oportunidades a jóvenes que ante la desesperación toman decisiones de tan alto riesgo y dolor.