Norma López Rega es, sin duda, parte de la historia argentina. Integró el círculo íntimo de Perón y de su esposa Isabelita, convivió con el cadáver de Evita, fue primera dama en 1973 y estuvo tres años presa. Ahora, en una entrevista con EFE, hace balance de su vida y defiende a su controvertido padre, apodado ‘El Brujo’: «Fue un gran ministro y sobre todo un gran hombre».
A sus 77 años, la única hija de José López Rega, secretario de Juan Domingo Perón desde sus años de exilio y ministro de Bienestar Social en los convulsos 1973-1975, relata con sosiego su sinfín de anécdotas desde su primer contacto con el general, siendo niña, en el velatorio de la emblemática primera dama Eva Duarte, a quien también había conocido, un día de paseo, tiempo atrás.
Impactada por ver al presidente junto al féretro, la madre de Norma se desmayó y la niña comenzó a llorar: «El general me levantó en brazos y me dijo: ‘hija, no llores, sos muy chica para hacerlo, ya vas a tener tiempo’. Y siempre digo: ‘sí, tuve tiempo para llorar después'».
EL DESTINO
Pero el vínculo con el peronismo viene de antes. José López Rega fundó la primera unidad gremial peronista en 1944, mismo año en que ingresó en la policía federal. Y como policía integró después la custodia presidencial.
«Lopecito» también llegó a hacer giras como cantante lírico y era aficionado a la astrología. «Papá hizo un libro de astrología cuando yo era joven. Y de ahí le quedó (el apodo). El mote de ‘Brujo’ se lo puso Jorge Antonio (asesor de Perón), pero de brujo no tenía nada, porque no sabía tirar las cartas. Solo sabía hacer la carta natal», señala Norma.
En 1962, siete años después del golpe que derrocó a Perón, López Rega se retiró como policía y se puso al frente de la imprenta que le había editado aquel libro, lugar donde, según su hija, en 1965 acudió Isabelita para copiar propagandas durante la primera visita que hizo a Argentina como delegada de su marido, exiliado en España.
Meses después, ya inseparables, José la acompañó en su vuelta y se mudó a Madrid. Ya antes, con Isabel aún en Buenos Aires, Norma fue enviada a España a llevar documentos a Perón. Viajes que se hicieron habituales.
«Iba y venía y ahí aprovechábamos con Isabel para salir. Por ejemplo, íbamos al cine a ver una película romántica… porque el general y mi papá eran de acción y cosas así», desvela.
CADÁVER DE EVITA
En 1971, el cuerpo de Evita, robado por los militares 16 años antes, fue devuelto a su viudo en Madrid: «Yo no estuve el día de la entrega, pero después conviví con el cadáver», subraya Norma, que recuerda estaba «totalmente destruido», con varios desperfectos.
«Se le hizo una habitación para resguardarla. Se cubrió esa terraza, se puso música, aire acondicionado», señala, y desmiente que su padre hiciera conjuros para transmitir a Isabel el carisma de Eva. «Como cuando decían que, cuando murió Perón, lo zamarreaba y le decía ‘faraón’. ¡Tanta locura y tontería!», remarca, y niega también que creara el grupo parapolicial estatal Triple A.
Norma conoció a quien sería su marido, Raúl Lastiri, que era apenas un año mayor que su padre, cuando le propusieron a ella trabajar en las oficinas del proscrito peronismo en Buenos Aires.
Lastiri llegó a ser presidente provisional entre julio de 1973, tras la renuncia de Héctor Cámpora, y octubre, cuando, ya sin proscripción, Perón asumió su último mandato. «Me había operado del apéndice. Me dan de alta, salgo y me entero que al otro día Raúl juraba como presidente», recuerda.
Por su cercanía a los Perón y vínculo con Lastiri, Norma vivió dentro del poder y participó en viajes oficiales a China, Corea del Norte, Rusia o España. Y conserva fotos saludando a Franco, del brazo del entonces príncipe Juan Carlos o riendo con la princesa Sofía.
En 1974, la muerte de Perón elevó a la presidencia a Isabel, que, en un complicado contexto económico y de violencia guerrillera y de la Triple A, fue derrocada por el golpe en 1976, meses después de que López Rega renunciara y se fuera del país.
LA CÁRCEL
Con la dictadura de Jorge Rafael Videla, Isabel y Lastiri fueron encarcelados. También Norma, que había sido vocal de una fundación que presidía la viuda de Perón, investigada por malversación de fondos. «No manejé un peso de nada», recalca.
Liberada tres años después, con 39 kilos, se encontró a Lastiri -que había sido trasladado al domicilio por su salud- agonizando en casa: «A los cuatro días me quedé viuda», recuerda emocionada.
De Isabelita no volvió a saber nada desde que se mudó a Madrid al ser excarcelada en 1981: «En una carta, estando presas, me pone: ‘Tu segunda madre’. Yo la quise muchísimo y la quiero muchísimo. Lamento profundamente no verla».
Fue a visitarla en Madrid, pero, al no ser recibida, le dejó una carta que alguien le contó que leyó encerrada en el baño: «Yo creo que la señora está rodeada de un círculo de personas que no le han permitido que tenga una vida normal. Pero la respeto porque es decisión de ella».
Apasionada de la pintura -es profesora de Bellas Artes-, Norma se casó de nuevo, con el periodista Jorge Conti -que había sido jefe de prensa del Ministerio de su padre- y tuvo dos hijos, una nieta y escribió un libro: «Lealtad sin honores» (Areté).
Y pasó por la experiencia de visitar a Conti los tres años que estuvo preso acusado de haber pertenecido a la Triple A. «Un día estaba (en la prisión) el general Videla sentado y yo aproveché, me acerqué y le dije: ‘Buen día general, soy Norma López Rega’. Él se puso pálido. Creo que pensó que yo lo iba a insultar», rememora.
«Y le dije: ‘General, ¿no le parece que con el tiempo que ha pasado tenemos que olvidar todo eso y tratar de luchar por que seamos hermanos, que haya unidad? ¿Me quiere dar un beso, un abrazo, qué se yo? Y nos abrazamos, me dio un beso en la mejilla y olvidamos el pasado», concluye. EFE