En estos tiempos de auge delincuencial cabe profundizar sobre sus causas y efectos.
Según una teoría el delito provendría del medio social: ambición, limitación de las fuentes de trabajo, miseria y las que se incuban ancestralmente. En la investigación científica de la genética, no se ha probado la teoría de Lombroso sobre el “criminal nato” las investigaciones realizadas por el Instituto Karolinska de Estocolmo ofrecen el resultado de que variantes de dos genes: MAO-A y CDH-13 pueden predisponer a la agresividad. Pero el ser humano es el sujeto imputable y por tanto responsable de sus actos, salvo las excepciones de rigor.
La actividad delincuencial afecta a los bienes jurídicos y opera de múltiples formas: violentas o sutiles. Como efecto del acto criminoso, el daño causado, exige la pena o sanción, que es una necesidad de profilaxis social, correlato de la responsabilidad penal y medio de la restauración del derecho afectado.
Se denuncia al respecto la narcopolítica, por ejemplo. Si el crimen organizado pierde 40 mil millones USD por la acción depuradora del gobierno, ¿qué le importa al capo supremo invertir 10 millones USD, para comprar conciencias y pagar a sus sicarios? Corrupción y en especial el crimen organizado van de la mano. Las cárceles resultan ser los cuarteles de invierno de las mafias.
En consecuencia, urge recuperar la plena soberanía del Estado en todo su territorio, crear leyes justas y depurar el sistema de la infiltración delincuencial. Se deben tomar decisiones enérgicas con la finalidad de restaurar la seguridad jurídica, impactada por la espiral delincuencial, patente como nunca en estos tiempos de desprecio a la vida y a la Justicia. (O)