No hubo milagro, ni una página nueva en la historia de Ecuador, la selección más joven del Mundial de Qatar, una de las que más sensaciones había despertado por el descaro de sus jugadores, la solidez de su juego, la ilusión de su plantilla.
Las lágrimas recorren el rostro de Piero Hincapié tras el pitido final, el central que llegó como una joven promesa y salió como un asentado defensor.
El gesto helado de Gustavo Alfaro, el patriarca que no puede permitirse mostrar dolor ante los pupilos a quienes ha enseñado a creer, a quienes ahora consuela, uno por uno, a quienes tendrá ahora que levantar tras el mazazo.
El técnico que creó la aventura, que la alimentó y le dio los mimbres para crecer y que ahora duda en seguir arropando con sus palabras certeras y esperanzadoras.
El llanto de Moisés Caicedo, destrozado, acurrucado en el campo mientras sus compañeros le consuelan. No quiere abandonar el césped del estadio Khalifa, que pisaba por última vez, donde logró un gol que reavivó el sueño ecuatoriano, una esperanza que apenas duró dos minutos hasta que Senegal se adelantó de nuevo. El mismo estadio donde tutearon a Países Bajos y elevaron la expectativa.
Enner Valencia, el héroe de tantas veces, el hombre que colocó a la Tri al borde de la clasificación con tres goles, ni siquiera podía llorar. Como en Brasil 2014, sus tres tantos no fueron suficientes y Ecuador tendrá que esperar para volver a repetir la hazaña de Alemania 2006, la única vez que han estado en octavos de final de un Mundial.
Llora también Hernán Galíndez, el arquero nacido en Argentina pero que se ganó los galones para defender la meta ecuatoriana, y Pervis Estupiñan pone gesto de rabia, de impotencia porque la derrota duele, mata la ilusión que se había ido creando a base de lucha, de pelea.
Ecuador deja Catar con mucho dolor pero con mucha esperanza. Como asegura su seleccionador, en sus filas hay futuro y ahora la Tri puede agarrarse a esta nueva generación que, para la próxima vez que conozca un Mundial, ya no será la primera, ya no serán los inexpertos.
«Tendrán su revancha», asegura el técnico que mira al futuro sin saber si será también el suyo, pero que comparte el dolor del presente como uno más.
La Tri se despide entre el estruendo de los tambores de miles de senegaleses que se quedaron con la euforia que perseguía Ecuador.
La música ensordecedora meció las lágrimas de cientos de aficionados que habían creído hasta el final en la gesta. EFE