La gobernanza es una forma de gobierno caracterizada por una mayor cooperación e interacción entre actores estatales y no estatales. Para entender cuán dividido está el sistema político del país, el punto de referencia es el número efectivo de partidos políticos en la legislatura. Esto afecta la posibilidad de llegar a acuerdos políticos básicos. Para evaluar la gobernabilidad, es comprensible que cuantos más grupos participen en las negociaciones, menos probable es que lleguen a un consenso. En 2009, Ecuador era uno de los países más fragmentados de América Latina. La tendencia cambió, pero volvió en las elecciones generales de 2017 y continuó en 2021.
Otro referente empírico para considerar la buena gobernabilidad es el apoyo general a la gestión presidencial. La gestión o la gobernanza no pueden ser de arriba hacia abajo, y esto es fundamental, para preservar el país y el gobierno, el camino correcto es el diálogo genuino y una interacción constante desde abajo.
Ecuador no ha encontrado una distribución del poder entre los poderes ejecutivo y legislativo, peor aún entre las demás funciones del estado; que le permita alcanzar una gobernabilidad democrática. Los temas más polémicos no logran consensos, y los vacíos legales son usados a conveniencia. El diálogo de sordos debe ser reemplazado por un diálogo frontal y transparente porque el país se hunde entre las rencillas políticas; ellos se olvidaron del país. (O)