Y si, efectivamente así mismo es, desde 1930 se han jugado 21 mundiales y estamos corriendo el número 22. Las selecciones europeas han levantado la copa en 12 ocasiones, las sudamericanas en 9, ninguna selección de otro continente ha logrado, siquiera, llegar a la final, a algunas les basta llegar a la fiesta mundial y debutar. Brasil es el país que más veces la levantó, ¡cinco veces! Seguido de cerca por Alemania e Italia con cuatro copas.
En cada mundial un anfitrión debutó sin, hasta ahora, ser derrotado en su casa, en su fiesta, ante su gente; y, allí, justamente allí, empieza una historia diferente, una historia linda para contarse, una historia linda para entenderse, una historia linda para proyectarse.
Nuestra Tri, la del Enner, que hace rato no anotaba uno, como dicen en el barrio “ni al arco iris y sin arquero”, esta selección del Piero que, sin debut en primera y con escala en Argentina, es el candado del Leverkusen en tierra de los tetra campeones mundiales; esta selección que poco a poco nos fue enamorando y convenciendo, esta selección que no le debe nada a la historia, pero nos reta a repensarnos y reinventarnos.
El mundial de la Tri es especial porque nos muestra que, con determinación, esfuerzo y confianza podemos romper la historia, ser los primeros en derrotar al anfitrión o superar cualquier reto que nos venga de frente para construir nuestro propio camino; que podemos también, sabiendo que remamos de atrás, acelerar el ritmo y superar al que llega precedido con la etiqueta de candidato.
Nos enseñó la Tri que, sin complejos, con determinación y trabajo, podemos llegar, solo nos faltó un poquito de experiencia, un poquito nomás, para mantener la concentración, sacar provecho de la ventaja y utilizar el impulso para alcanzar la meta. Nos enseñó la Tri que está en nuestras manos, en nuestras decisiones y la determinación con que las caminemos. (O)