En este tiempo se escuchan dirigentes del grupo uno y dirigentes del grupo dos, que hablan de la necesidad -por la lucha social- de condonar créditos existentes con institucionales estatales.
Intereses nacionales en estricto sentido, parecen no ser. Móviles individuales y artificios para objetivos privados, sí. Las presiones políticas conducentes hacia la condonación de deudas que existan con instituciones de tipo estatal, lo que provoca es un deterioro sistemático de la cartera de la banca pública, la ruptura de un mínimo orden en el patrimonio institucional y la desastrosa tarea que sea el Estado (único accionista del banco o entidad) el obligado a seguir capitalizando (entregando dinero).
Con claridad. Puede mostrarse como una vía adecuada para el desfogue de la presión social; pero que requiere la sensatez de la población en saber que a la vez se convierte en una vía de derroche inadecuado de los escasos recursos públicos. A propósito, recursos públicos que provienen de la principal fuente: la población.
Entonces, usted y yo, que ávidos por hacer las cosas bien, sin robar ni enriquecerse ilícitamente, con entereza y responsabilidad, trabajamos, cumplimos y pagamos nuestros impuestos, también estaríamos en la obligación de pagar -ahora- las condonaciones hechas a morosos de la banca pública.
Hasta aquí la discusión, si se quiere económica, llega a su puerto. Pero debería preocupar algo más en este tiempo de mínimos y acciones líquidas: primero, ¿en dónde olvidamos a la responsabilidad de cada ciudadano en cumplir con sus obligaciones y responsabilidades?; segundo, ¿cuándo se hace respetar al Estado de Derecho?; tercero, ¿en dónde queda el principio de confianza que los créditos se pagan y las deudas se honran en las instituciones financieras?
La laxitud en el tratamiento de los recursos públicos, yo diría de los principios y responsabilidad, siempre ha sido la causa de la ausencia de un Estado fortalecido, dinámico y con capacidad de dar respuesta a las demandas sociales. Ojo. Las demandas de necesidad social, no la de unos pocos con vuvuzela y astucia para a un país paralizar. (O)