La Paz.- Cinco festividades ancestrales relacionadas con la «crianza mutua de la agricultura», que tiene que ver con la reciprocidad con la Pachamama o Madre Tierra y el equilibrio entre los alimentos y las personas que los producen para tener una buena cosecha, son reflejadas en una exposición en Bolivia para «descolonizar» los saberes.
La relación de los indígenas bolivianos de la comunidad Ch»allapampa de la Isla del Sol en La Paz con la naturaleza, la tierra, el granizo y los ciclos agrícolas se muestra a través de videos, fotografías y una investigación impulsada por el Museo Nacional de Etnografía y Folklore (Musef) con el objetivo de reflexionar sobre estas ritualidades ancestrales que aún se realizan en ese lugar.
Irineo Uturunco, uno de los investigadores del Musef, contó a EFE que vivió casi un año en esa comunidad de la Isla del Sol, en el lago Titicaca, el navegable más alto del mundo compartido con Perú, para conocer de cerca estas ritualidades ancestrales que se estima que se realizan hace más de 2.000 años.
Uturunco, junto a los denominados «maestros», los sabios del lugar, escribió la investigación que permitió realizar la muestra temporal «Crianza Mutua de la agricultura en la Isla del Sol», que estará hasta mayo del próximo año.
«La exposición es importante para una autoreflexión de quiénes somos, cómo somos y cómo comprendemos el mundo», expresó a EFE la directora del Musef, Elvira Espejo.
LAS FESTIVIDADES La cinco festividades tienen que ver con el granizo, el inicio de la siembra, la cosecha de los primeros frutos, el agradecimiento a la Pachamama y a los sabios indígenas del lugar, que se realizan en distintos momentos del año en el que se pide abundancia a la Madre Tierra y a la vez que haya «armonía» entre las comunidades cercanas para lograr una buena cosecha.
«Los mismos alimentos crían el comportamiento de las personas, pero también las personas crían a los productos con los distintos cuidados que van desarrollando», comentó Uturunco sobre lo que se comprende como «crianza mutua de la agricultura».
Ante esa premisa, los indígenas cuidan sus cultivos y realizan rituales como el «chhijchhi t’aqa», que significa el despacho del granizo que consiste en realizar un «pago» a la Madre Tierra para que aleje ese temporal de las cosechas para que no las malogre.
Es así que realizan una ofrenda con lanas de oveja negra o sucias, cuernos, huevos, cigarrillos y banderas blancas con la finalidad de que aplaque el granizo y se lleve todo lo malo de la comunidad, los pobladores suben a la cima de algún cerro para hacer el ritual y mientras se consume la mesa ellos fuman haciendo ruidos con la boca como si fueran balas mirando al cielo, comentó Uturunco.
También está el «Sata Qallta» o siembra de la semilla en el que los sabios escogen la cima de alguna montaña para que seis niños y seis niñas suban y realicen «el ruego a las divinidades» para que haya abundancia de alimentos, al día siguiente se eligen a seis mujeres y seis hombres para que acompañen la ceremonia en el que cavan un agujero donde depositan hojas de coca, alcohol, refrescos entre otros productos que da el inicio a la siembra.
La tercera festividad es la «wilancha» que se hace en noviembre en el que las autoridades de la comunidad y los sabios indígenas se reúnen para realizar la ceremonia en el que se elige una llama a la cual se le da de comer, beber y se baila con la misma, luego se sacrifica al animal y entierran su cabeza, extremidades y vísceras, contó Uturunco.
Otra celebración es el «Jatha Katu» que se hace en febrero en el que los pobladores suben al cerro que determine las hojas de coca que son previamente leídas por el sabio del lugar, para hacer un «rogamiento colectivo» para que haya «buena producción», luego se sahuma a cada persona como una especie de purificación y las esposas de las autoridades recogen los primeros frutos que pasan a ser ch’allados, es decir, que son bendecidos con alcohol y se pone a los alimentos serpentina y se los besa como agradecimiento a la tierra y se los guarda.
La última festividad es la «llamayuña» que es el inicio de la cosecha en el que toda la noche se hacen ofrendas a la Madre Tierra, pero también se le agradece con los alimentos cosechados a los sabios indígenas por guiar a la población para que sea un buen año de los cultivos y que no haya problemas entre pobladores. EFE