Sigo convencido de que para Presidente de la República este Seños Lasso era y es mejor que el títere bobo Arauz. Si éste hubiese sido elegido ya tendríamos al prófugo entre nosotros mandando y haciendo barbaridades, de esas que acostumbraba, señalando quienes debían ser los funcionarios y a quien debía adjudicarse la obra pública y, por debajo de la mesa, quienes debían ser beneficiados con los sobreprecios y con las coimas.
Sin embargo, ahora que ha transcurrido más de año y medio con el actual Presidente no puedo, y no podemos los ecuatorianos que le apoyamos sentirnos ni contentos ni tranquilos. Resulta que no resultó ser el hombre eficiente que nos aseguró y que parecía ser ¡Qué tremenda desilusión! Resulta que tampoco contaba con un equipo adecuado para ejercer el gobierno de manera eficiente y honesta. Tuvo que quedarse con una gran cantidad de elementos del correísmo que deseábamos ver fuera, al fin, de la administración, no solo por su falta de honestidad sino por su incapacidad manifiesta.
El Señor Lasso ofreció, en múltiples oportunidades, que se eliminaría el horrible mamotreto del Consejo de Participación ciudadana y Control Social y no hizo nada; ni ahora que ha propuesto una Consulta Popular y que este era el mecanismo adecuado para tal eliminación. No ha incluido entre las preguntas este asunto que resulta ser de fundamental importancia para la vida del país. En esa consulta incluye preguntas que, en su mayoría, no serán bien comprendidas por la mayoría de ciudadanos. Él confía en que con hablar veces incluyendo el “SI” muchas veces el electorado será sugestionado para aceptarlas.
El control de la delincuencia y el crimen transnacional, incluido el tráfico de drogas, ha resultado ser un fracaso. Por más que ya tenemos varios “estados de excepción” no se ha logrado su control. El gobierno se contenta con decir que hay “menos crímenes que antes” pero, a todas luces, eso no es lo que el país esperaba y sigue esperando.
Es deseable, en grado sumo que el Presidente y el gobierno dejaran esa intolerable timidez y blandenguería que han permitido crecer la corrupción y la ineficiencia de los empleados y funcionarios, así como de la delincuencia. (O)