Profundidad, reflexión, gozo vital saborea el poeta desde lo más tenue, lo más bello, lo inasible. Escritor de altos quilates, entremezcla sensibilidad y belleza. Nada se le escapa en la aprehensión de su humanismo, de su vitalismo y en su recreación del mundo. Es un poeta que se identifica con su lugar de origen, con su clima y con su páramo que le ha cobijado.
“Rara vez voy al mar…
…Pero luego, tras mirar
un velero, solo uno, no más
quiero volver
a mis flores de frío,
a mi altura, a mi encierro.” (De visita al mar)
Al presentar su poemario El tigre del verso, Luis Corral Cordero exhibe una expresión de enorme sensibilidad. Es que ha regresado a su Cuenca natal en donde encuentra a sus familiares y coterráneos que lo colman de emoción. A más de estos encuentros, algo muy reconfortante constituyó la presencia del dueto: padre e hija, que alternaron sus versos a dos voces.
El poeta reproduce el talento familiar heredado de sus antepasados. Desde sus dos familias han pasado cultores de la palabra y cantores de la poesía. En Luis Corral Cordero y en su generación tzánzica se despliega el espíritu de una época que, al calor de la revolución cubana, de la huella que marcara Sartre y el existencialismo, configuraron aquella corriente denominada “reductores de cabezas”, al replantear una profunda innovación en la cultura y en el quehacer poético.
Luis Corral con formación en las corrientes filosóficas contemporáneas, desde Alemania, se acogió con su hermano Simón –a quien lo recordamos con inmenso afecto- en las aspiraciones tzánzicas. Ahora, recreemos la inspirada poesía de alguien en el que la palabra poética fluye con extrema agilidad y belleza. (O)