“Quien no sabe callar no sabe gobernar”. Esto lo debe saber cualquier jefe de Estado, cuyo silencio, excepto para ser cómplice, también puede contribuir a la buena gobernanza.
El presidente Guillermo Lasso declaró en Estados Unidos su intención de buscar la reelección en 2025, causando asombro, hilaridad, y entregando armas a sus adversarios políticos cuyas maniobras por destituirlo son continuas. Y no desmayan en este intento. Otra más ya está en marcha.
No fue un anuncio, solo una mención, dice ahora.
En varias ocasiones Lasso ha cometido semejantes desatinos verbales, no se sabe si a propósito, por desconocimiento, para despistar a la población de sus reales problemas, para sacar de quicio a la oposición, o simplemente por salirse de algún apuro en una entrevista.
Pensar en la reelección, el solo mencionarla incluso, cuando apenas ha cumplido un poco más de año y medio de gestión, cuando es pobre la aprobación de su gobierno, cuando convoca a consulta popular sobre aspectos importantísimos y delicados a la vez, demuestra falta de tino, de olfato político, hasta de poca perspectiva para ser o aparecer como verdadero estadista.
No está en discusión su legítima aspiración; pues la Constitución lo permite.
Saber callar requiere de una alta dosis de autodominio, de ser diplomático, de respetarse y respetar a los demás. Y mucho, muchísimo más, si se trata del presidente de la República.
Ojalá la “mención” expresada por el presidente no le pase factura en la consulta popular. Algunas de las preguntas, a juzgar por las encuestas, han sido bien recibidas por la mayoría de la población, independientemente del escrutinio sobre su gestión.
Además, siendo pocas las organizaciones sociales para hacer campaña por el Sí en la consulta, Lasso está solitario para impulsar similar objetivo.
No está por demás hacer cualquier precisión. Si para un gobernante saber callar, vale; reconocer el error vale mucho más.
Callar, una forma de gobernar
“Quien no sabe callar no sabe gobernar”. Esto lo debe saber cualquier jefe de Estado, cuyo silencio, excepto para ser cómplice, también puede contribuir a la buena gobernanza.
El presidente Guillermo Lasso declaró en Estados Unidos su intención de buscar la reelección en 2025, causando asombro, hilaridad, y entregando armas a sus adversarios políticos cuyas maniobras por destituirlo son continuas. Y no desmayan en este intento. Otra más ya está en marcha.
No fue un anuncio, solo una mención, dice ahora.
En varias ocasiones Lasso ha cometido semejantes desatinos verbales, no se sabe si a propósito, por desconocimiento, para despistar a la población de sus reales problemas, para sacar de quicio a la oposición, o simplemente por salirse de algún apuro en una entrevista.
Pensar en la reelección, el solo mencionarla incluso, cuando apenas ha cumplido un poco más de año y medio de gestión, cuando es pobre la aprobación de su gobierno, cuando convoca a consulta popular sobre aspectos importantísimos y delicados a la vez, demuestra falta de tino, de olfato político, hasta de poca perspectiva para ser o aparecer como verdadero estadista.
No está en discusión su legítima aspiración; pues la Constitución lo permite.
Saber callar requiere de una alta dosis de autodominio, de ser diplomático, de respetarse y respetar a los demás. Y mucho, muchísimo más, si se trata del presidente de la República.
Ojalá la “mención” expresada por el presidente no le pase factura en la consulta popular. Algunas de las preguntas, a juzgar por las encuestas, han sido bien recibidas por la mayoría de la población, independientemente del escrutinio sobre su gestión.
Además, siendo pocas las organizaciones sociales para hacer campaña por el Sí en la consulta, Lasso está solitario para impulsar similar objetivo.
No está por demás hacer cualquier precisión. Si para un gobernante saber callar, vale; reconocer el error vale mucho más.