Hoy es una noche que invita a la reflexión y cercanía. Incluso yo diría, al consenso y pausa. A la entrega de respuestas hacia la paz.
Contraria a la guerra y cercana al equilibrio, la paz es una búsqueda permanente de la gente de bien. Del entendimiento que lo inmaterial puede sugerir una mayor tranquilidad. Que la noche llega para un momento mayor. Para una dimensión que privilegie la docilidad frente a la rústica fuerza y desapego. Que engrane fortalezas de integridad antes que vanidades y egos finitos.
La paz es un principio fundamental para el desarrollo y progreso. No solo de sociedades enteras, sino además del ser humano y su entorno. De lo fundamental.
La búsqueda del conflicto debe ser rechazada, huir de lo anacrónico de la discordia y la tensión que genera caos y ruptura. Así, abrazar acciones y posiciones que enfrenten a lo disconforme de la pasividad y omisión por dañar y colapsar a lo sustancial.
El encuentro fructífero y la armonía por vivir, requieren de una vital renovación. De un reaprender y aprender a conducir las relaciones personales, de amigos, de trabajo y de familia. No se encuentra sentido a la vida sin armonía y bajo la dominación de los instintos. Sí desde el corazón y la razón.
Rebaza un día. No se trata siquiera de un compromiso anual. Es infinito y se convierte en una cultura de convivencia y cuidado. El derecho, mucho ha generado por lograr instrumentos nacionales e internacionales que promuevan una convivencia pacífica de las sociedades; sin embargo, pese a su trascendental sentido y empuje jurídico, ninguna disposición estará por encima de la voluntad y decisión asumida de la persona.
Entonces, un tiempo para dejar a un lado los desacuerdos y ausencia de complicidad por el bien. Una noche para estar juntos. Para abrazarse y no separarse. Para renovarse y no continuar con lo que no sirve ni da sentido a nuestra vida. Un tiempo, para una noche de paz. (O)