Imposible de creerlo. Pero es real. A estas alturas del siglo XXI, Ecuador importa energía eléctrica para impedir los temidos apagones.
Según el Ministerio de Energía, no se racionará ni de suspenderá el servicio, sin el cual todo se paraliza, generando grandes pérdidas económicas.
Como siempre, la sequía es el causante número uno, como consecuencia del cambio climático. Es la peor en los últimos seis años.
Durante el Gobierno de Rafael Correa el país se endeudó con su similar de China en miles de millones de dólares para mejorar la infraestructura eléctrica. Íbamos hasta a exportar energía.
El símbolo mayor de ese megaproyecto fue la construcción de Coca Codo Sinclair. Pero los ecuatorianos conocen su desenlace, triste por decir lo menos. Y, como corolario, la obra ni siquiera ha sido recibida por la estatal Corporación Eléctrica del Ecuador (Celec).
Según se ha informado, la actual situación obligó a aumentar en un 238 % la producción de electricidad en las centrales termoeléctricas.
En las hidroeléctricas, la generación de electricidad ha caído un 22 % en los primeros 20 días del presente mes, comparando con el mismo periodo de 2021.
Pero como ningún mal viene solo, ni las termoeléctricas ni el sistema de transmisión de electricidad han sido objeto de un plan de mantenimiento por parte de la Celec.
Si bien las principales hidroeléctricas trabajan a la mitad de su capacidad, el Ministerio de Energía garantiza el suministro de electricidad, y para eso la importa desde Colombia.
De los 5.530 megavatios por hora vendibles en el vecino país, en este mes Ecuador le ha comprado 5.355. Las cifras lo dicen todo.
Pero el panorama para 2023 tampoco es halagador; pues el estiaje será sostenido en las cuencas hidrográficas donde se ubican varias de las centrales hidroeléctricas.
Un problema siempre recurrente en el Ecuador, en tanto varios proyectos siguen pendientes de construirlos. Otros están a medias, como el Toachi-Pilatón con 13 años de retraso.