La exsecretaria del campo de concentración nazi de Stutthof Irmgard Furchner, de 97 años, ha presentado recurso contra la condena a dos años de libertad condicional que le fue impuesta hace una semana por complicidad en el asesinato de 10.500 prisioneros.
La defensa de Furchner, quien sirvió como taquígrafa en ese campo entre los 18 y 19 años de edad, ha recurrido ante el Tribunal Supremo por considerar que en el proceso se incurrió en irregularidades.
El juicio se abrió el 30 de septiembre de 2021, tras varios meses de demora y un intento de fuga de la acusada justo el día previsto para la apertura de la vista.
El juicio se prolongó durante 14 meses, con un sumario contenido en unas 3.600 páginas y acompañado por las declaraciones de catorce testigos, ocho de ellos supervivientes de Stutthof, el campo nazi de la Polonia ocupada donde murieron unos 65.000 prisioneros.
La sentencia sentó un precedente por tratarse de una empleada civil, no de un miembro de las tropas hitlerianas o un guarda del campo de concentración. Se estima que le seguirán otros procesos similares, pese a la avanzada edad tanto de los procesados como de los testigos.
Su caso se inscribe en la serie de procesos tardíos abiertos a raíz del precedente creado por John Demjanjuk, el ucraniano condenado en 2011 a cinco años por complicidad en las muertes del campo de Sobibor, en la Polonia ocupada.
El encausado se había exiliado tras la II Guerra Mundial a Estados Unidos, cuya nacionalidad adoptó. La familia de Demjanjuk agotó todos los recursos judiciales contra su extradición, hasta que finalmente fue entregado a Alemania.
El procesado asistió a su juicio en una camilla, no llegó a pronunciarse nunca sobre los cargos que le imputaban y murió unos meses después de escuchar sentencia en un asilo de ancianos.
Pero su sentencia sentó jurisprudencia y le siguieron otros juicios por complicidad en los crímenes del nazismo, siempre marcados por interrupciones y alegaciones sobre la precaria salud del acusado.
Así la Justicia alemana sentó ante tribunales a otros encausados como el llamado «contable de Auschwitz», Oskar Gröning, quien en 2015 fue condenado a cuatro años de cárcel por complicidad en las muertes de 300.000 judíos ocurridas mientras sirvió en el que fue el mayor campo de exterminio nazi.
Algunos procedimientos no llegaron a prosperar por la incapacidad mental o física del acusado para asistir al proceso o la imposibilidad de sustentar los cargos en testimonios de supervivientes.
Para los representantes de la acusación particular y colectivos de víctimas, el sentido de estos procesos tardíos se fundamenta en que los crímenes del nazismo no prescriben. EFE