Es digno de felicitarnos como especie por el hecho de haber incrementado la expectativa de vida, hoy se vive en promedio muchos más años que hace un siglo; pero los días actuales son más cortos, pasan demasiado rápido frente a nosotros que no alcanzamos a ver su color, ni a percibir su aroma, son una mezcla fabricada y empaquetada de eventos destinada al microondas de las relaciones momentáneas y fugaces, sin calor natural, sólo alimentándose de intercambios digitales, donde logos, marcas y fondos de pantalla han reemplazado a las miradas, los tonos de voz han sido reemplazados por las mayúsculas, que suplantan el espíritu de su remitentes; las reflexiones y los diálogos por monólogos de WhatsApp.
Hemos ganado en técnica y en velocidad, pero se ha perdido en arte, en humanidad. No hay tiempo para más, lo hemos hipotecado para pagar el progreso. Vivimos en espacios virtuales donde se transan lo mismo negocios que intimidades, la sociedad anda por las nubes.
No ha cambiado seguramente, la física del tiempo, los péndulos dan la hora en los mismos intervalos de siempre, pero en la dimensión metafísica, parece haber en el reloj menos arena, o vaciarse más rápidamente, recordándonos como caerá el polvo sobre la tumba, cuando el tiempo se haya esfumado.
A pesar de todas las dificultades que seguiremos enfrentando en este nuevo año, creo que, desde un punto de vista biológico, la vida humana es casi como un poema. Tiene su ritmo y cadencia, sus ciclos internos de crecimiento y decaimiento. Comienza con la inocente niñez, luego la torpe adolescencia, después llega la virilidad de intensas actividades, en la edad madura hay un leve aflojamiento de la tensión, y en el ocaso de la vida, si tenemos una verdadera filosofía de la ancianidad, y hemos ordenado nuestra vida conforme a ella; será ésta para nosotros la edad de la paz, seguridad interior y contento, finalmente, la vida se apaga y llega uno al sueño eterno, para no despertar jamás.
Por todas estas razones debemos aprender a amar y honrar al tiempo, porque sabemos cuáles son sus intenciones, sus disposiciones, sus secretos y sus misterios. El tiempo hace historia.
Vivimos en un mundo traspasado por la desdicha y el odio; en un planeta atosigante donde cada día zozobramos ante fuerzas abstractas que nos dominan (La Tecnología, el Poder, el Capitalismo, el Mercado, el Autoritarismo, las falsas revoluciones); en un mundo que ha banalizado todo, hasta la vida, en un mundo signado por la sospecha, la desconfianza, por la indiferencia y el tedio.
Con vientos suaves y olas tranquilas se puede observar la verdadera condición de la vida humana; disfrutando de lo sencillo y hablando poco se puede reconocer la verdadera raíz del corazón. (O)