Fue un día como hoy, hace exactamente trece años, que nos conocimos. Que llegaste a este mundo, para volvernos a encontrar y seguir juntos el camino. Y como nunca he creído en las casualidades, tampoco creo que fuera azar el que hayas nacido la víspera del año viejo, del nuevo inicio. Porque estos días son días profundos, una estación para la reflexión, donde se evalúa lo andado y se prepara la semilla para la nueva siembra. Pero son también, qué duda cabe, días festivos, una estación para reencuentro, el vino y el abrazo.
Y por eso, justamente, en ti se combina lo mejor de ambas estaciones. Porque viniste al mundo con un soplo de sol y unas gotas de lluvia en la memoria. Porque tu existencia misma es un arcoíris. Por eso eres profunda en tus ideas, sensible hasta las lágrimas; pero también festiva y musical. Y me gusta pensar, que te pareces un poco a mí: porque eres inconforme y desobediente, pero conoces bien el poder de las palabras y el valor de la lealtad.
Claro, no voy a negarte la nostalgia, por la pequeña que se dormía en mis brazos, esa que ahora se va desdibujando para refugiarse, intacta, en mi memoria; mientras veo emerger una mujer, alta y espigada, dueña de una serena belleza, de una rara inteligencia y de un carácter insurrecto e irreverente. ¡Bravo por eso! Al mundo hay que mirarlo de frente y me gusta que llames a las cosas por su nombre, que vivas la vida en tus propios términos. Créeme, no hay otra forma de enfrentar de ser, de existir en la autenticidad. Pero sin miedos, porque la vida es una aventura maravillosa, poblada de paisajes, poemas y caricias. Ya irás dándole significado, liberándote de las ataduras impuestas, sin aceptar, jamás, ningún destino.
Yo por mi parte, ya te lo he dicho, defenderé a capa y espada cada milímetro de tu libertad, de tu derecho a ser tu misma. Esa es mi promesa irreductible. Solo te pido que, por el camino, no te olvides de este aprendiz de escritor, que te ama, más de lo que sabe decir…
Feliz cumpleaños princesa… (O)