Iquitos (Perú).- Trozos de carne de enormes lagartos que conservan sus escamas, parejas de pájaros tropicales en jaulas y grandes tortugas vivas, se encuentran sin ninguna dificultad en el atestado mercado de Iquitos, en el corazón de la Amazonía peruana, una muestra de lo normalizado que está el tráfico ilegal de especies silvestres.
«La región amazónica de Perú es fuente de extracción de animales que llegan a la costa y la zona andina y el extranjero. Hay una demanda existente y justamente desde Wildlife Conservation Society (WCS) la estrategia que tenemos es de poder hacer los esfuerzos para que autoridades aumenten la detección», señala a EFE la especialista en la iniciativa de especies y trabajo en tráfico de la organización, Rosa Vento.
La comercialización de especies tanto vivas como muertas de fauna silvestre influye en la pérdida de biodiversidad, pero, como cualquier tráfico ilegal, se trata de un problema con muchas aristas que incluyen esferas administrativas y legislativas.
También hay un frente de asuntos sanitarios, entran al juego el conocimiento de costumbres ancestrales, así como la cooperación internacional y aduanas.
En medio de la selva, desde su despacho en el Gobierno Regional de Loreto, el coordinador de la Unidad funcional del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor), Paul Aróstegui, relata a EFE que parte del tráfico navega en embarcaciones hacia Brasil o Colombia por las infinitas y porosas fronteras amazónicas.
Pero el mayor tráfico se da en la costa de Lima, es decir viaja kilómetros por ríos desde remotos puntos amazónicos, en los que ni hay acceso terrestre, hasta poblaciones en el interior del país donde ya hay carreteras.
Desde la capital peruana, muchas veces vuelve a embarcarse en el puerto del Callao rumbo a otros continentes. «La costa es el mercado fuerte, y de la costa para el mundo», dijo Aróstegui.
COSTUMBRES Y MITOS
Los expertos consultados explican que, por una parte, existe un comercio ilegal de especies vivas que se comercializan por supuestos beneficios, creencias o su uso en ritos. De otro lado, la carne de ciertos animales es consumida por comunidades, pero su venta no es sostenible y puede ser peligrosa para la salud.
El tráfico también se da por la gran demanda, por parte, sobre todo, de países asiáticos que compran grandes cantidades de reptiles, cuyo comercio a veces es ilegal.
También pervive el mercado nacional e internacional de mascotas exóticas, de colmillos, caparazones o pieles.
«¡Para la olla!», grita una vendedora del mercado de Belén de Iquitos cuando se le preguntó si las grandes tortugas vivas puestas boca abajo eran para convertirse en mascotas o para comer.
Entre verduras, juguetes o productos de limpieza, aparecen pedazos de lagartos, de venados, de roedores como la guagua o paca común, o de sajino y huangana (mamíferos similares a los jabalíes), que son las carnes de animales con mayor demanda en las poblaciones de la Amazonía peruana.
A veces, el tráfico de especies está ligado a costumbres y mitos que nacen en comunidades y que luego, tanto por la posterior migración de sus pobladores a otras ciudades como por leyendas que se esparcen, provocan que los animales sean objeto de mafias.
Vento explicó que, por ejemplo, la rana del Titicaca, natural del lago del mismo nombre, se comercializa de forma ilegal en Lima, Arequipa o Tacna.
«Se le atribuyen propiedades curativas como la recuperación del vigor sexual, que sana el asma y problemas bronquiales o que eleva la proporción de hierro, pero ninguna de estas propiedades han sido confirmadas, solo se sabe que, dada su alta patogenicidad en su contenido, causa problemas intestinales», dijo la especialista respecto a esta rana en peligro crítico de extinción.
ESTRATEGIA ARTICULADA
Para luchar contra este negocio ilegal, Aróstegui señala que es fundamental la coordinación con países vecinos, sobre todo con Brasil y Colombia.
«El tráfico de fauna silvestre podría estar funcionando como un impulsor de enfermedades emergentes en nuevas regiones con población humana y animales susceptibles. Perú necesita desarrollar una planificación coordinada entre diversos sectores involucrados en la prevención, fiscalización y control del tráfico de fauna silvestre para lograr combatirlo», reza la estrategia nacional 2017-2027 del Ministerio de Agricultura y Riego de Perú.
Vento explica que tanto en Perú como en países de la región hay una común «postergación» de la importancia de la conservación de la vida silvestre, lo que se refleja en el presupuesto que el Estado destina al Ministerio de Ambiente.
«Es importante que las autoridades entiendan el fuerte vínculo que existe entre la conservación de la vida silvestre y el futuro de las generaciones. La biodiversidad es proveedora de alimentos, de servicios ecosistémicos, de la calidad del aire puro, de la conservación de los océanos y de los bosques», indicó.
En todo caso, considera imposible combatir el tráfico de especies si no se cuenta con una sociedad civil enterada y conocedora tanto de la importancia de preservar el medioambiente, como de los delitos e infracciones contra la vida silvestre. EFE