En diciembre pasado, el embajador de Estados Unidos en el Ecuador Michael Fitzpatrick, criticó otra vez al sistema de justicia del Ecuador y el fortalecimiento que ha tenido el narcotráfico en los últimos años.
Señaló que en el Ecuador “los carteles están peleando entre ellos por el control de las rutas, de los puertos, de las cárceles y de la justicia”. Así mismo, el diplomático cuestionó e ironizó sobre el manejo de los procesos judiciales comparándolos con los de la época del colombiano Pablo Escobar.
Fitzpatrick agregó que: “la corrupción puede transformar a la Función judicial en algo irrelevante” y que al existir fallos que “dejan de administrar justicia, esta se transforma en un mero ejercicio burocrático o en un camuflaje para proteger a narcos, matones y testaferros” la JUSTICIA PIERDE RELEVANCIA y se deja de creer en ella.
En verdad, garantizar un sistema de justicia fuerte que combata la corrupción, el crimen organizado y la impunidad, es esencial para el desarrollo de una verdadera democracia justa con instituciones creíbles y confiables.
Hace pocos días pasaba frente al edificio de la corte de justicia de Cuenca, detuve mis pasos unos minutos para meditar sobre los misterios de la justicia, entonces pensé que, la guerra y la injusticia social son dos enfermedades congénitas de la humanidad; esta razón me llevó a pensar que la justicia lamentablemente nos ha sido negada desde el principio de la historia de los seres humanos. Desafortunadamente ahora veo que la injusticia une nuestro presente al pasado y al futuro, la justicia mal administrada es como veneno inyectado por negras víboras salidas de las cavernas del infierno; este veneno parece fresco como el rocío, razón por la cual, el alma sedienta de justicia de los pueblos desesperados por el hambre y la miseria, con la esperanza de días mejores, con sus rostros bañados en sangre y lágrimas, la beben con avidez, pero una vez que se han intoxicado, caen enfermos y mueren con una lenta agonía.
Hay noches en que pienso en los misterios de la justicia, y cuando el velo del sueño cubre mi cuerpo, duermo y me paseo solitario en el valle de las sombras de la vida; me traslado a orillas del río de la sangre y de las lágrimas; escucho los suspiros aterrorizados de la justicia clamando libertad con impotencia, y contemplando la nada, trato de liberarla de su cautiverio; pero al despertar, la realidad vuelve a emerger de sus escondites nocturnos, y veo a la justicia, que pone el cuello del hombre digno bajo el dominio del tirano , y somete mentes débiles a los hijos de la codicia y de la corrupción, para ser usados como instrumentos de su poder. (O)