Prevalido del artículo inmediato anterior, me permito unas breves disquisiciones sobre el periodismo de investigación. Antes, para curarme del prurito que me ocasionó una improvisada alocución (la improvisación es mala consejera) en un acto solemne de la Academia (24/11/2022), en donde se dijo que el periodismo no es científico, entonces haré de antihistamínico refutando señalando que el periodismo científico es un subgénero encargado de interpretar y difundir, a veces glosar, la información relacionada con la actividad científica y sus novedades.
Curado en sano y en homenaje a quienes sudan esta profesión, nuestro saludo de gratitud en sus fechas clásicas del 5 y 13 de enero. Ellos son tan soldados como los uniformados, pues, desde sus trincheras sortean grandes dificultades por defender los derechos e intereses del pueblo, algunos hasta han tributado con sus vidas y otros viven fuertes amenazas y represalias del poder económico y político.
En ilación con el primer párrafo y a modo de cumplido con quienes hacen periodismo investigativo (la investigación es la herramienta fundamental de la ciencia), diré que para llegar a ser tales no basta con tener contactos políticos, osadía y un medio que ampare el amarillismo para desnudar sin escrúpulos al prójimo en todos los sentidos: ¡no! El periodismo investigativo tiene otra orientación: la investigación no se realiza desde el punto de vista de la policía, el abogado o el fiscal, sino del servicio a la sociedad.
Su trabajo debe ir más allá de la versión oficial del acontecimiento, debe examinar críticamente cada informe, filtración u opinión ofrecida por la fuente, ponerla en cuarentena hasta que se determine su verdadero valor. Su derecho no sólo está en el derecho de saber lo que pasa, sino también en exponer ideas para hacer cosas de otra manera. Este periodismo, como en cualquier ciencia, la verdad que resulta de determinadas situaciones es a veces muy diferente a lo que se espera.
Mi admiración por los que ha optado por este subgénero del periodismo de investigación, del que se pueden dar muchos nombres, pero baste elegir a Jorge Durán cuando se dedicaba a esta variedad y a Fernando Villavicencio, ahora desde la Comisión de Justicia de la desprestigiada Asamblea que preside un cañarejo.
Para que haya libertad de saber y exponer de los periodistas, estos deben gozar de sólido estatuto social apoyado en la autonomía económica, la preparación intelectual y un exquisito sentido de responsabilidad con los ciudadanos. (O)