El Ciberespacio o espacio global, al que se llega mediante Internet, es la nueva morada de las mentes libres que lo han creado autónomo. A él pueden entrar todos, sin las restricciones usuales como pasaportes y visas y sin privilegios de tipo racial, militar o social. Allí se expresan ideas o creencias, no importa cuán particulares puedan ser, sin temores ni censuras.
Los gobiernos no tienen ningún derecho para pretender gobernar allí ni tampoco para pretender imponer sus leyes. Se ha establecido una especie de “Contrato Social” para que los mismos visitantes del espacio global intervengan de acuerdo a sus medios cuando hay algo inadecuado. Allí se cree en una ética basada en el bienestar común por lo que la única ley vigente es la Regla Dorada: “No hagas a otro lo que no quieres que a ti te hagan” y sobre ella se debe buscar soluciones sin la imposición por parte de esos gobiernos.
En los Estados Unidos se intentó restringir la libertad en el espacio cibernético mediante una ley que contravenía el principio constitucional que garantiza la libertad de expresión. La justificación era la exposición de jóvenes y menores de edad. Sin embargo, los menores, a quienes se dijo tratar de proteger, siguen expuestos, más que nunca, a la pornografía que se vende en libros y revistas, que se exhibe en cines y televisión, a la prostitución que se ejerce en casi todo el mundo, etc. Más parecía tratarse de miedo al virus de una libertad que vuela por todo lado, sin posibilidad de ser controlada, o bien un afán de manejar a las ideas como otro producto industrial que sea comercializado a la manera tradicional, escapando del dominio transnacional, en el desesperado intento de establecer un “Cibercolonialismo”.
Sin embargo, la Corte Suprema de Justicia de los EUA declaró la ilegalidad de la ley que pretendía censurar el Internet, en un fallo histórico que tomó en cuenta el derecho constitucional de las personas para expresarse libremente. Pero vale la pena precisar que en la práctica es poco menos que imposible establecer censuras en el Ciberespacio porque las leyes de un país no tienen efecto en otros ni pueden, de forma real, impedir que cada quien acceda a los sitios de Internet que desee consultar. (O)