Han transcurrido más de dos décadas desde que Cuenca fuera declarada ciudad Patrimonio de la Humanidad, en 1999. Constituye motivo de rechazo el constatar, cómo conductores inescrupulosos y en abuso flagrante de sus poderosos vehículos, desestiman todo cuidado y hacen de las escalinatas, que unen el casco urbano con el Ejido, construidas para uso peatonal, el espacio para el ascenso y descenso de motocicletas vertiginosas, que se movilizan como bólidos. Tampoco es permitido estampar graffitis y restar con manchas de colores la sobriedad del cemento que acompaña este lugar y que corona la belleza del río Tomebamba, río con volúmenes elevados de corriente en épocas de invierno y con bajos caudales en épocas de estiaje, permitiendo ver el lecho de los ríos, apenas entremezcladas las piedras del fondo por el agua. ¡Es hora de poner mano dura a estos conductores desaprensivos de los bienes patrimoniales de nuestra ciudad!
No hay duda que Cuenca es mecida por el rumor de sus cuatro ríos y enmarcada entre saucedales que permiten la contemplación del barranco, zona especialmente bella y que caracteriza a esta ciudad de ríos y barrancos.
¡Por eso te quiero Cuenca, por tu imagen primorosa, por tus ríos y tus iglesias que atraen a propios y a extraños! (O)