En el mes de septiembre pasado, una joven iraní de 23 años de edad, Mahsa Amini, fue detenida en Irán por miembros de la llamada “policía de la moral”, acusada de no llevar el velo de manera apropiada. Se la mantuvo detenida en un cuartel y luego se la llevó a un hospital en donde falleció a los dos días a causa de los golpes y torturas propinados por sus carceleros. La muerte de Mahsa Amini motivó una serie de protestas y movilizaciones en Irán, nunca antes vistas desde 1979, las que fueron reprimidas a sangre y fuego por las fuerzas gubernamentales, con el saldo macabro de alrededor de 500 muertos y miles de heridos y detenidos.
Entre los detenidos, cuatro iraníes ya han sido “juzgados” y ejecutados en la horca; dos más, según los organismos internacionales de Derechos Humanos, serán inminentemente ejecutados en las próximas semanas y, la semana pasada, los tribunales iraníes, medio policiales y medio religiosos, han condenado a 26 años de prisión a Amir Nasr-Azadani, futbolista profesional de 26 años de edad, acusado de haber formado parte de atentados contra agentes de seguridad del gobierno iraní, durante las protestas.
Irán ocupa el segundo lugar en el mundo, después de China, en el número de personas condenadas a la pena de muerte: 314 ciudadanos fueron ejecutados durante el 2021.
Sería interesante, muy interesante, que los sectores políticos ecuatorianos que ven con simpatía el régimen iraní, que se alinean con sus posiciones, que aplauden sus discursos belicistas, que no dudan en sumarse al grupo de sus “fans”, nos hagan saber, por favor, y si esta inquietud no va a causarles ningún escozor, por supuesto, ¿cuál es su posición frente al deplorable cuadro que acabamos de exponer?, ¿forman escuadrón con los “verdugos”, rechazan categóricamente la salvaje represión o, como suele suceder en situaciones similares, se declaran locos e impulsan una nueva intentona golpista contra el presidente Lasso? Aquellas políticas internacionales de apoyo incondicional a tal o cual régimen, haciendo primar una especie de solidaridad ideológica, menoscaban la respetabilidad y, por tanto, la soberanía de un país. (O)
