Absurdo y Partidocracia

Andrés F. Ugalde Vázquez @andresugaldev

Y bien, ¿qué es lo que hace un gobierno cuando ha perdido hasta el último girón de popularidad? Pues organiza una consulta popular para sesgar las elecciones seccionales. Así que, siguiendo con el manual del mal político, y habiendo ya analizado las dos primeras preguntas en el artículo pasado, seguimos ahora con la tarea.

¿Recuerda usted cuando en el Ecuador había dos o tres partidos políticos que se repartían la patria como una hacienda? ¿recuerda la famosa “partidocracia” que le quitaba el sueño al tesorito? Entonces preste atención a la cuarta pregunta, esa que dice: ¿Está usted de acuerdo con exigir que los movimientos políticos cuenten con un número de afiliados mínimo equivalente al 1,5% del registro electoral de su jurisdicción y obligarlos a llevar un registro de sus miembros auditado por el Consejo Nacional Electoral? (en realidad son dos preguntas).

Claro, a primera impresión, parece razonable el reducir el exagerado número de movimientos políticos en el país, sin embargo, esconde una realidad totalmente diferente que, de cumplirse, reformaría los artículos 109 y el 112 de la Constitución, borrando de un plumazo los adherentes de los movimientos políticos y restringiendo a la figura exclusiva del afiliado, junto con una serie de requisitos tan complicados de cumplir y en un plazo tan corto, que marcaría la virtual desaparición de la mayoría de movimientos de índole cantonal o provincial. ¿Recuerda la época en la que un puñado de partidos nacionales se repartían el poder? Pues allí lo tiene.

Y luego, claro está, vienen dos preguntas, la primera quitándole todas sus competencias al Consejo de Participación Ciudadana (CPCCS) y dejando a la Asamblea Nacional la tarea de nombrar Procurador, Contralor, Fiscal, Defensor Público y Consejo Nacional Electoral. Y luego, en la siguiente, reserva el nombramiento de los miembros del CPCCS de la esfera del voto universal para confinarla a los oscuros pasillos de la Asamblea Nacional y hacerla pasto de todos los apetitos políticos habido y por haber. ¿Para qué quieren reservarse el nombramiento de los miembros de un organismo que ya no tiene nada que hacer? Eso, estimado lector, solo ellos lo saben… (O)