Anular el voto es una manifestación muchas veces necesaria y además legítima. En la elección que está cerca tiene sentido y coherencia democrática hacerlo respecto del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social.
Hay que votar nulo sobre aquel Frankenstein inservible y vacío de poder que se diseñó en la Constitución de Correa en el año 2008. De hecho, en la elección de hace cuatro años ya los ecuatorianos lo hicimos. Luego de una campaña académica y democrática que mostró la innecesaria existencia de este Consejo, la población votó decididamente por su deslegitimación llegando a ganar el nulo y blanco. Los candidatos hoy en funciones obtuvieron una votación cercana a 963.164 votos, mientras que el voto nulo ganó con 2´539.648 y el blanco con 2´454.416 de votos.
La razón no pide fuerza. Pues, cuatro personas -de dudosa procedencia- hacen mayoría al interior del Consejo, para ser responsables de la desginación de las autoridades más importantes de control en el Estado (Fiscal General, Vocales del Consejo Judicatura, Procurador, Superintendentes, Defensor Público y del Pueblo, Contralor General, Vocales del Consejo Electoral y Jueces del Contencioso Electoral). Luego, hoy, con la propuesta de consulta popular que presenta el Gobierno Nacional para retirar estas atribuciones al Consejo de Participación, menos sentido tiene la elección de sus consejeros.
El voto nulo es una expresión de rechazo, de búsqueda por una restructuración del sistema político e institucional. Puede implicar inconformidad con el proceso o desacuerdo con lo que se elige. En la historia constitucional y política, el voto nulo llega a ser tan importante como insumo para procurar y realizar transformaciones en el sistema, pues produce deslegitimación y carencia de razones democráticas para mantener o sostener endogamias discursivas o anestesiadas fórmulas que conducen a desorden y autoritarismo.
El Ecuador ya lo hizo. Hay que hacerlo una vez más. Votar nulo en la elección de los miembros del Consejo de Participación Ciudadana es un voto de respeto y dignidad para los ecuatorianos, para su comprensión, para su libertad y para nuestra democracia. (O)