Ya he hablado de las desapariciones en el país, una situación que desbordaría la vida de cualquier persona que la padece. Conozco de cerca algunos casos y todos me han roto, el de una madre que nunca volvió a ver a su hijo de 10 años, el de una chica que salió al colegio y no regreso, el de un padre que se hizo humo de camino al trabajo. Las historias son miles.
La película mexicana Ruido, nos coloca en el lugar más incómodo que puede haber, en el corazón de una madre cuya hija desapareció, y el incansable viacrucis de la búsqueda. Miles de familias pasan por esta tortura sin recibir nada a cambio, ni siquiera La Paz de saber si viven o mueren.
Estos días circula en redes la búsqueda de Sabina y su madre Natalia, desaparecidas desde el 2 de enero; también se busca a Carol y Diego. El espacio no me alcanza para nombrar a todos, tampoco el valor para sostener sus historias, sólo sé que debemos dejar la indolencia, y que el estado es más responsable de lo que cree en esta historia, pero se hace el ciego, sordo y mudo. (O)
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