Nuevamente el país se ve escandalizado por denuncias de corrupción y esta vez en círculos cercanos a la presidencia de la República y en muy altos niveles de la administración pública.
Guillermo Lasso, con una inconcebible timidez o falta de vergüenza, ha ignorado abiertamente una serie de advertencias y denuncias de que al mantener a una gran cantidad de correístas incrustados en su gobierno y así estuvo propiciando el cometimiento de graves hechos de corrupción. Además de las malas artes, de las mañas de aquella gente, se incentivaba para que otras personas, ante el tremendo ejemplo de la impunidad se animaran a imitarlos.
Se ha llegado a conocer que en el sector electico ha habido hechos de una corrupción muy grave. Igual debe estar sucediendo en PETROECUADOR, empresa poderosa y clave en camino a la quiebra.
La respuesta presidencial es de lo más absurda: “Renuncien todos los Gerentes de las Empresas Públicas”. Debió pedir la renuncia a aquellos involucrados en las denuncias, valiente y directamente, para eso es la primera autoridad del país. Los principales involucrados ya están fuera del país. Así demuestra que la corrupción puede continuar actuando pues no hay alguien que se anime a poner freno a este grave mal.
Lasso habrá creído que por decir que quería un gobierno libre de corrupción iba a conseguir que esto sucediera. Eso es demasiada ingenuidad. Tenía, por lo menos, que eliminar la corrupción enquistada desde los tiempos del correato y, sobre todo, buscar personas con buenos antecedentes. Ciertamente que esto es difícil de encontrar en este país, pero al menos valía la pena intentar. Como eso no se hizo estamos ahogados en un entramado de corrupción muy difícil de eliminar. Mucha gente, posiblemente honesta, cede ante la posibilidad de un gran enriquecimiento y el aseguramiento de una impunidad como la que seguimos observando con ira y con asco en esta misma época.
La verdad es que existen, desde el correísmo, sólidas estructuras de corrupción que siguen presentes en este gobierno, igual que en los anteriores, sin que nada creíble se haga o pueda hacer para su erradicación ¡Cuánta vergüenza e ira nos abruman! (O)