Yenín (Cisjordania).- «Miedo, preocupación y rabia», sienten los residentes de Yenín, en Cisjordania, tras la muerte de nueve palestinos el jueves en una violenta incursión del Ejército israelí, aunque celebraron con cantos y disparos al aire el ataque de represalia anoche en una sinagoga de Jerusalén, en el que un palestino mató a siete israelíes.
En el campo de refugiados de Yenín, epicentro de la resistencia armada palestina en el norte de Cisjordania ocupada, sus habitantes lloraban aún a los fallecidos en la intensa redada israelí de hace apenas dos días, cuando les llegaba anoche la noticia de un ataque cometido por un palestino que acabó con la vida de siete fieles judíos ante una sinagoga de una colonia israelí de Jerusalén Este.
Tras la noticia, entre las calles del densificado campo de Yenín -principal foco de las redadas israelíes que se suceden casi a diario en Cisjordania desde 2022- se extendieron los disparos al aire y los cánticos de júbilo entre cientos de jóvenes.
Esa estampa se repitió también en Gaza, Jerusalén Este u otras ciudades de Cisjordania, como Ramala, Nablus o Hebrón, donde algunos ondeaban banderas palestinas, otros daban dulces a los transeúntes en la vía pública y muchos tocaban los cláxones entre los numerosos coches que abarrotaron las calles.
PUNTO CALIENTE EN CISJORDANIA
La ciudad y las aldeas del distrito de Yenín son de los puntos más castigados desde que en marzo del año pasado Israel intensificó sus incursiones y arrestos en localidades de Cisjordania, tras varios ataques mortales cometidos por palestinos en su territorio.
Esto derivó en una prolongada escalada de tensión en territorio palestino que no mengua, sino que va de mal en peor cuando pasan los meses.
De los 170 palestinos muertos en incidentes violentos por fuego israelí en 2022 en territorio cisjordano -el año más violento en la zona desde 2006-, 55 de ellos eran de Yenín o pueblos de su entorno.
Y entre la treintena de fallecidos ya en este 2023, 19 eran también de ahí, dicen a Efe fuentes del Hospital Gubernamental de Yenín, centro médico público del distrito.
«El Ejército israelí entra y se mete donde quiere en Yenín. Lo que pasó el jueves ya pasó antes, y podría suceder mañana o en cualquier otro momento», cuenta a Efe un camarero de un restaurante de la urbe que lamenta que esta sea la cruda rutina de la ciudad.
El operativo israelí del jueves -que dejó rastros de destrucción y muerte no vistos casi desde de la Segunda Intifada- fue la gota que hizo colmar el vaso.
SIN FUTURO
Según Mustafa Sheta, director del centro cultural Teatro de la Libertad en el campo de refugiados de Yenín, incursiones como esa no hacen más que aumentar la indignación entre jóvenes depauperados sin perspectivas más allá de coger un arma y unirse a las milicias.
Tras una larga ocupación militar israelí sin vías de acabar y el fallido proyecto de creación de Estado independiente que encarna la Autoridad Nacional Palestina -autoritaria y corrupta para muchos-, la juventud tiene como referencia «a presos en cárceles israelíes o milicianos palestinos muertos a los que ve como héroes», apunta Sheta.
Las calles de Yenín están llenas de carteles con fotos de presos y «mártires», los muertos en combate o por fuego israelí, claves en la memoria colectiva de un población habituada a vivir con la muerte.
Uno de los que ahora la debe asimilar es Yasin Salahat, padre de Ezedín, un joven de 21 años muerto el jueves, mientras se enfrentaba a las fuerzas israelíes en las callejuelas del campo de refugiados.
«Mi hijo murió defendiendo su tierra», comenta Salahat a Efe, que se muestra satisfecho y «orgulloso» de ello.
Está rodeado de familia y amigos que le dan el pésame en una sala de un centro cívico. Ahí, las fotos de cientos de «mártires» que marcan el pasado y presente del campo de refugiados ocupan casi todo espacio en las paredes. EFE