El fin de semana pasada, el pueblo, sabio al final del día, le dijo que no a la famosa consulta popular con la que el gobierno trataba de evitar su naufragio. Y esto, a mí, me pone muy contento. ¿Porqué? Pues porque los temas como la seguridad, la justicia y el medio ambiente no se arreglan manipulándolos ni volviéndolos plataforma política. Así nomás.
Y, además, porque las soluciones deben ser más estructurales. Por ejemplo, aquello de la reducción de los asambleístas. ¿Qué sería bueno que sean menos? Si pues, qué duda cabe. Ya han dejado claro que aquello de que “varias cabezas piensan mejor que una”, para ellos no aplica. Sin embargo, el tema no es ese, sino el verdadero impacto que se iba a conseguir. ¿Realmente el reducir diez o veinte asambleístas, por muy sueldazo de tengan, puede generar un cambio estructural en las finanzas públicas?
A ver, veamos el tema así: el Ecuador tiene un déficit fiscal que está por los USD 2.300 millones con una deuda pública en el orden de los USD 74.000 millones (algo más del 65% del PIB), lo que significa que debemos cuidar el gasto público, pero eso lo sabemos hace rato. Luego, a la hora de ahorrar hay ciertos rubros dónde simplemente es imposible (por ejemplo, las pensiones jubilares) o es muy poco deseable como la educación.
Luego, si hay tantos frentes en lo que no se puede o no se debe ahorrar, entonces ahorramos recortando asambleístas ¿si verdad? Excepto por el hecho de que este enorme sacrificio de los padres de la patria le podría ahorrar al presupuesto nacional un aproximado de USD 1.5 millones (suponiendo que nos comamos unos veinte o así), es decir, una reducción de algo menos del 0.054% del déficit público. O sea, nada.
Así que, ya que estamos en esas, porque mejor no los conservamos a todos, allí donde están y les pedimos que se pongan a fiscalizar al gobierno y eviten consultas populares absurdas a costa de millones de dólares, aprueben un presupuesto más humano y detengan el desangre fiscal de la corrupción. Eso sí, haría la diferencia… (O)