Roma.- La fábrica de paneles solares más grande de Europa, que se construye en Sicilia (sur), es una pieza más de la apuesta de Italia para convertirse en un nuevo polo energético que libre al viejo continente de la dependencia del gas ruso, pero también de China en el caso de las renovables.
«Ya no solo se trata de reducir emisiones, también de frenar la dependencia energética». Con esas palabras el ministro italiano de Energía, Gilberto Pichetto Fratin, presentaba esta semana la «3Sun Gigafactory», la gigantesca factoría de placas fotovoltaicas que la Unión Europea (UE) financiará con casi 200 millones de euros.
Con la planta, aseguró Pichetto Fratin, se librará a Italia de la «dependencia extranjera, especialmente de China, también en lo que se refiere a la producción de sistemas de energía renovable”.
Un argumento que repitió la directora general de energía de la Comisión Europea, Ditte Juul Jørgensen, quien destacó que la isla de Sicilia, con sus “más de 200 días de sol”, tiene el potencial de convertirse en «líder en energía solar» para todo el continente.
El evento sirvió para corroborar que, tras la guerra de Ucrania, Europa no solo ve la transición hacia las renovables como un imperativo ético, también como una vía urgente para alcanzar la ansiada autonomía energética, aunque a corto plazo siga vinculada a los combustibles fósiles.
Cuando hace casi un año estalló el conflicto, el entonces primer ministro italiano, Mario Draghi, se lanzó a terminar con la dependencia de su país del gas ruso (que en solo cuatro meses pasó del 40% al 25%) y no tardó en plantear la posibilidad de convertir Italia en un puente entre África y Europa para el suministro energético, una ambición que su sucesora, la ultraderechista Giorgia Meloni, ha continuado en sus viajes a Argelia y Libia.
Convertir a Italia en un polo energético y garantizar el autoabastecimiento son los dos objetivos del «plan Mattei» (nombrado así en honor al exdirector de la petrolera Eni Enrico Mattei) del Ejecutivo de Meloni, cimentado en el acuerdo para construir un nuevo gasoducto desde Argelia y que ha ido expandiéndose hasta incluir al sector de las renovables.
Si los acuerdos con los países del norte africano prometen liberar a Europa de los caprichos del Kremlin, la apuesta por aumentar la producción de placas fotovoltaicas en Sicilia (con una capacidad de producción anual de 3 GW según Enel), aleja la dependencia de China, líder en el sector.
«Tiene un fuerte significado político», sostuvo el ministro Pichetto Fratin, tras prometer que para 2023 dos tercios de la energía producida en Italia serán de origen verde.
Las razones por las que Italia se ve como la candidata perfecta para emancipar a Europa son múltiples.
Por un lado, su posición en el Mediterráneo, cercana a Oriente Medio, el Magreb y con facilidad para llegar al oeste, centro y este de Europa.
Por otro, su geografía, con más días de sol que sus vecinos europeos y fronteras marítimas que le permiten construir infraestructuras que pasen, irremediablemente, por su territorio.
«La toma de conciencia de la centralidad de Italia en el Mediterráneo y del rol que África puede jugar incluso en la energía es un mérito relevante», argumentó a EFE el profesor de Estrategia en la Escuela Politécnica de Negocios de Milán Giuliano Noci al analizar los primeros 100 días del Gobierno de Meloni.
Una semana antes de presentar la fábrica de plantas solares de Sicilia, que gestionará Enel, Meloni viajó a Libia junto a los responsables de Eni para rubricar un acuerdo por valor de 8.000 millones de euros para la exploración y producción de gas y petróleo en el país magrebí.
Y la semana previa, la primera ministra visitó Argelia para cerrar la construcción de un segundo gasoducto, que ya estaba planeado desde los años 2000, y cuyo proyecto se ha actualizado para distribuir tanto gas como hidrógeno verde al resto de Europa.
Esa vía se unirá a otras dos ya existentes en África -con Argelia (con capacidad de 30.000 millones de metros cúbicos al año) y Libia (de 8.000 millones)- y otra con Azerbaiyán (de unos 10.000 millones).
Por el momento, el único proyecto en el Mediterráneo que no pasa por Italia es el H2Med, el primer hidroducto que conectará la Península Ibérica con el resto del continente y que suma a Portugal, España, Francia y Alemania. EFE