Manteigas (Portugal).- Reparar las heridas de fenómenos traumáticos, como una guerra o los incendios masivos que en 2017 arrasaron con buena parte de los bosques de Portugal, pasa por diferentes estrategias y acciones: una de ellas, la plantación de árboles, que además de restaurar el terreno calcinado puede contribuir a la integración de personas migrantes en la comunidad.
Así lo explicó a EFE la psicóloga clínica Sandra Tavares, en una actividad de reforestación organizada en el marco del proyecto europeo Life Terra, en la que varias decenas de voluntarios de un centro de migrantes plantaron pinos y robles en la Sierra da Estrela, en el norte de Portugal.
Este sistema montañoso, a cuyos pies descansa el pueblo de Manteigas, fue en el verano de 2017 una de las zonas más afectadas por los fuegos forestales que dejaron 64 víctimas mortales, más de 250 personas heridas y a tantas otras con cuadros de ansiedad que en algunos casos persistieron durante meses, aduce Tavares, especializada en estrés postraumático.
“Este paisaje me recuerda a Crimea”, dice mientras desciende el monte Valentina Dieieva, que hace casi un año llegó a Portugal desde su ciudad, Dnipro, donde dejó a algunos de sus familiares -sus padres y hermanos- para huir de la guerra.
Esta editora, que en su natal Ucrania trabajaba en un medio de comunicación, se llegó a mudar a la ciudad de Bakhchisaray, en Crimea, enamorada junto a su marido de aquel lugar, donde nació su hijo y vivió durante dos años.
Aunque su idea era comprar la casa en Crimea y quedarse toda la vida, en 2014 Rusia invadió la región y Dieieva y su familia se vieron obligados a volver a Dnipro.
Cuando a principios de 2022 el conflicto con Rusia se endureció y comenzaron los ataques, Dieieva volvió a coger sus bártulos y se marchó a Polonia, donde se subió a un bus que la llevaría hasta la portuguesa ciudad de Fundao, donde reside ahora con su familia más cercana.
Amante de la naturaleza, se decidió a participar en la plantación de árboles que un domingo de enero organizó el proyecto europeo Life Terra, donde pudo conocer al resto de voluntarios, que se relacionaban en ucraniano, portugués o inglés mientras contribuían a repoblar la sierra de árboles nativos, entre ellos una especie de pino que, casualmente, también es muy común en Ucrania, al otro extremo de Europa.
La Serra da Estrela se volvió a calcinar en la larga ola de calor que, como en España, sufrieron los habitantes de Portugal en el pasado mes de julio.
“Este último incendio tuvo una consecuencia muy grave en la vida de la gente, ya sea en términos empresariales o en términos sociales”, lamenta el secretario ejecutivo de la mancomunidad de municipios de Serra da Estrela, António Miraldes.
Miraldes explica, por ejemplo, el impacto económico y social que significó la cancelación de reservas en alojamientos turísticos, ya que “la gente dejó de venir porque tenían miedo de volver a la montaña una vez que hubo los incendios”.
Esto, en un pueblo que en su día vivió de la mantequilla (producto al que debe su nombre) y de otros productos lácteos pero donde el turismo tiene un peso cada vez más importante, supuso un revés económico.
La idea de que los migrantes participaran en la plantación era restaurar el ecosistema y, al mismo tiempo, favorecer “una mejor integración de los refugiados de la guerra de Ucrania y de alguna comunidad inmigrante que también tenemos en nuestro territorio”, precisa Miraldes, y mostrar a estas personas “lo que nuestro territorio puede ofrecer en esta armonía”.
Para Sandra Tavares, acciones como la reforestación son muy positivas para personas que han sufrido episodios traumáticos, porque “esta conexión con la naturaleza es una conexión con la vida”, aduce.
La psicóloga, que coordina un proyecto de intervención social en el Ayuntamiento de Gouveia, detalla que muchas de las personas que participaron en la plantación cuidaban en sus lugares de origen de granjas, jardines u otros espacios naturales y, por ello, cuidar de la naturaleza ahora les devuelve a ese estado de sosiego que, como Dieieva, tanto disfrutan.
“Cuidar de la naturaleza es cuidar un poco de nosotros mismos”, alega, y señala que la plantación es para las personas migrantes también una oportunidad para devolver a la comunidad que les acoge lo que han recibido, y además “para generar cierta identidad social” y formar parte de ese grupo, algo clave “para sentirse bien donde están ahora”.
“Esta área específica es importante porque se quemó en el último verano, la gente está muy preocupada y lo sintieron como una tragedia; y, al mismo tiempo, hay aquí una gran comunidad de personas migrantes”, arguye por su parte Carlos Carvalho, silvicultor y coordinador en Portugal del proyecto Life Terra, quien también considera que la fuerza de esta plantación reside en la “esperanza” que supone recuperar vida en una zona devastada. EFE