Al día siguiente de que la Fiscalía General del Estado dispone allanamientos de varias oficinas y domicilios de altos funcionarios del gobierno, entre ellos algunos ubicados en el mismo Palacio Nacional, se dispuso y consumó el traslado de varios agentes de la Policía que colaboraban con la Fiscalía General.
Este hecho que pretende ser justificado como traslados que normal y periódicamente realiza la Policía Nacional evidentemente no aparece con tal. El pretender engañar a la opinión pública con semejante excusa es inadmisible. Sacan de un proceso investigativo a los agentes que estaban realizándolo y los reemplazan con otros que, seguramente, no tendrán mayor idea e información al respecto.
El Presidente Lasso ha proclamado su lucha indeclinable en contra de la corrupción y el apoyo franco y total a las investigaciones que se lleven a cabo en tal sentido. Sin embargo, ahora resulta que la ciudadanía se ve sorprendida malamente por una “disposición administrativa” de lo más imprudente e inoportuna que más parece una intromisión en una investigación judicial o una especie de retaliación en contra de quienes realizaron los allanamientos de oficinas del gobierno. La propia Fiscalía General del Estado reclamó por esa intromisión e interferencia en sus labores investigativas. Llevamos ya dos años de un gobierno en el que pusimos esperanzas y solo nos ha dado desilusiones y serias dudas.
Co n hechos como el que me permito analizar nos entra una enorme duda de la sinceridad del Presidente y de su Gobierno en pro de la anticorrupción. Se ha denunciado y sacudido a la opinión pública con denuncias sumamente graves de actos ilegítimos para enriquecimiento de alto funcionarios, algunos muy cercanos a la propia Presidencia de la República, y el gobierno, con actitud dubitativa, y hasta al parecer encubridora, ha sido incapaz de tomar medidas enérgicas que puedan demostrar un verdadero empeño por la moralización del país.
No me cabe duda de la escrupulosidad y honestidad del Presidente de la República. Me queda la seria inquietud de que su timidez e indudable indecisión le llevan a no actuar en la forma y medida en que las circunstancias le exigen, por su bien y el del país. (O)