Lo que no mide el PIB
El PIB lo mide todo, excepto lo que hace que la vida valga la pena, lo que de verdad importa, el bienestar presente y futuro de los ciudadanos. Más allá del PIB y su medición, crece el interés de la población de disfrutar niveles más elevados de bienestar. La literatura más reciente se pregunta cuánto podrían aumentar el bienestar de los ciudadanos si utilizaran los recursos de forma más eficiente. Así, como para medir el ingreso preocupa, tanto la cantidad producida como la eficiencia con la que se obtiene, no existe una métrica generalmente aceptada para medir la eficiencia en la obtención del bienestar.
Un poco el resultado de las recientes elecciones seccionales en algunas ciudades es el resultado de la falta de los lideres políticos de preocuparse de lo que no mide el PIB, es decir de atender la medición del bienestar que está sujeta a distintas interpretaciones. En general, se distingue entre medidas objetivas y subjetivas de bienestar. Las primeras descansan en un número de variables de orden económico; y las segundas, que intentan responder la pregunta cómo medir la eficiencia en la generación de bienestar, y se apoyan en una adaptación de la productividad total de los factores, en la que el índice de satisfacción sustituye al PIB y en la que los inputs son de cuatro tipos de capital: humano, social, natural y productivo. Otros autores aproximan la medición de bienestar a través del índice Global de Felicidad, basado en métricas mejoradas que se convierten en una importante herramienta de diagnóstico para que los gobiernos puedan identificar los problemas de: desigualdad, desarrollo humano, inseguridad y pobreza que están saliéndose de control y así elegir las herramientas correctas para encararlos.
El suceso político reciente debe darnos la esperanza de que el gobierno priorice el bienestar y redirija de tal modo el ingreso público para centrarse en el bienestar y prestar más atención y recursos a lo que el PIB y la prudencia fiscal no lo hacen. Piénsese en los efectos de las “reformas” de la seguridad social que obligan a las personas a asumir más riesgos, o en los de las “reformas” del mercado laboral que, en nombre de aumentar la “flexibilidad”, debilitan la posición negociadora de los trabajadores al dar a los empleadores más libertad para despedirlos, lo que a su vez conduce a salarios más bajos y más inseguridad. (O)