Simples pero espectaculares las esponjas, lo que ha llevado a algunos investigadores a conjeturar que los humanos y los animales evolucionaron a partir de una esponja primitiva; es decir “la antecesora animal más remota del ser humano” y que ocupan la rama inferior más antigua en el árbol del reino animal.
Aristóteles y Plinio el viejo no se equivocaron cuando las clasificaron como animales. Los biólogos calculan que en lagos y océanos viven un mínimo de 15.000 especies con una sorprendente variedad de colores y formas. Tienen apariencia de dedos largos, abultados barriles, alfombras extendidas, elegantes abanicos y hasta de delicados jarrones de cristal por mencionar unas cuantas formas. Algunas son tan pequeñas que un grano de arroz, mientras que otras sobrepasan la estatura de un hombre.
Es preciso también comprender los intervalos de tiempo en su proceso evolutivo con el medio ambiente, en cuanto a su estructura, funciones y desarrollo, puesto que las esponjas no se parecen al resto de los animales, señala la Enciclopedia Británica. ¿Por qué? A diferencia de otros animales, las esponjas carecen de órganos internos. ¿Sin corazón ni cerebro, ni sistema nervioso? Su organismo contiene células diminutas que se encargan de las múltiples funciones que sustentan la vida. Hay células especializadas en atrapar el alimento, transportar los nutrientes o eliminar los desperdicios. Otras fabrican los elementos que se necesitan para formar el esqueleto o la piel.
Las esponjas poseen “un sistema único de alimentación animal» Su capa exterior tiene minúsculos poros y están tapizadas por millones de células llamadas coanocitos, generando un flujo continuo de agua que circulan por todas las células de la esponja. La naturaleza es bella. (O)