Sujeto a la tierra

Hernán Abad Rodas

La poesía y la filosofía comenzaron con el reconocimiento de que vivimos en esta tierra, venimos de ella y a ella volveremos, y con un sentido de cuán pasajero es el tiempo. El hombre comenzó a ser filosófico cuando vio la vanidad de esta existencia terrena.

Se producen graves consecuencias por el hecho de vivir en esta tierra: primero ser mortales, después, tener estómago y tener una mente curiosa, estos hechos debido a su naturaleza básica influyen mucho en el carácter de la civilización humana, porque son tan evidentes que jamás pensamos en ellos; pero no podemos comprendernos ni comprender a nuestra civilización, a menos que veamos claramente, estas consecuencias.

Todos nosotros, ricos y pobres por igual vivimos en esta tierra, estamos limitados a un cuerpo de determinado alto y ancho, a una vida de cincuenta, sesenta años o más.

Respecto a la riqueza todo el mundo tiene una acción sobre esta vida, pero nadie es dueño de la hipoteca, y por eso debemos estar capacitados para tomar más ligeramente la vida: en lugar de ser terratenientes perpetuos en esta tierra, somos huéspedes transeúntes.

La situación pues es, ésta: el hombre quiere vivir, pero debe vivir sobre esta tierra, y sujeto a ella. No debemos dejar que el espíritu siempre tome alas y se remonte únicamente a la vivienda de los dioses, y olvide este planeta ¿no somos mortales, condenados a morir?, el lapso de vida que se nos concede es breve, a veces el espíritu se endiosa y quiere vivir para siempre; pero, por otra parte, la vida es suficientemente larga si se es humilde.

Porque somos sujetos de la tierra, nacidos en ella, no hay motivo para no ser felices. A veces nos ponemos demasiado ambiciosos y desdeñamos la tierra humilde pero generosa.

Para poder beber el néctar puro de la realización de la existencia, debemos tener un sentimiento de respeto por esta madre tierra, una sensación de verdadero afecto por esta vivienda temporal de nuestro cuerpo y de nuestro espíritu, y aspirar a tener un sentido de armonía espiritual.

El mundo consumista y el materialismo nos llevan por la corriente de la existencia urbana, hasta olvidarnos de los ritmos apacibles de una simple vida en el campo, en contacto directo con nuestra madre tierra, madura en otoño, reposada en invierno y sonreída en primavera.  “La vida en verdad un sueño, y los seres humanos somos como viajeros que flotamos por el eterno río del tiempo”. (Lin Yu Tang).

Los seres humanos llegan a destruirse, eliminando su entorno natural, por la ambición, la codicia y el autoritarismo; aprendamos a buscar la antorcha del amor y del respeto a la naturaleza para purificarnos con su fuego y alejar la inhumanidad de nuestros corazones. (O)