Lasso, ¿acorralado?
Debe ser traumático para el presidente Guillermo Lasso, primero palpar que uno es el país de los sueños, el que se quiere gobernar, sacarle adelante; pero que otro, totalmente diferente, es el real, en el cual más de 18 millones de ecuatorianos lo que quieren es trabajo, salud, educación, seguridad, incluso ciertas obras básicas que les permitan producir, darse oportunidades mutuamente y avizorar días mejores.
Segundo, porque, a lo mejor ni él mismo lo entienda, hay fuerzas políticas -en apariencia hasta enemigas entre sí- que han querido echarlo del poder tan pronto como fue proclamado presidente de la república.
No sé si el presidente, mientras reconcilia el sueño, reflexiona en lo que hace, no hace o permite hacer; cuando cae en omisiones, en el letargo, o se deja llevar por sonidos de trompetas de papel; o cuando le cuesta tomar decisiones así impliquen cortarse su propio ombligo.
Su molicie, su encapsulamiento, su poco o nada inejecutividad, haberse olvidado del país que por años recorrió hasta conquistar su sueño presidenciable, le llevan a acorralarse a sí mismo.
Pensar que con solo mostrar cifras macroeconómicas llegará el pan a los más de 6 millones de desocupados, cada día más pobre entre los pobres, significa qué, qué.
Ni siquiera parpadea cuando sabe que sus ministros no han ejecutado sino lo mínimo de sus presupuestos; o anuncia que invertirá ni si cuantos millones de dólares en esto, en lo otro, cuando lo que el país exige son certezas, no ilusiones; y querer hacerlo con aquel mismo inepto equipo de trabajo.
Parece que el presidente no siente que cercándose a sí mismo, permite que le cerquen mucho más sus adversarios políticos, su cuñado; que hasta le ninguneen; que le encimen los prófugos de la justicia, los lelos intelectualoides, los ponchos filáticos, las dirigencias obsoletas que todavía creen en las barbas de Castro; los que, su sombra, actúan pendejamente para serrucharlo.
Le cercan, le hacen saramontón, son capaces de autoexcomulgarse para echarlo del poder. No ve que, en esa alcantarilla de la Asamblea, “las todas y los todos”, que no buscan sino impunidad para sus rostros sucios, que intentan retomar el poder pese haber enlodado al Ecuador hasta el último pelo, ya le consideran “pan comido” y hasta cuentan con canes de dos patas para morderle los talones.
Extienda la mano, sí. No está por demás, si bien casi todos quieren darle en el suelo; pero bríndese una oportunidad dando a la nave un giro de 360 grados. ¡Despierte! (O)