Desde puestos de comida callejera a improvisados refugios invernales, las infraestructuras en las que se materializaba la dura política de «cero covid» de China viven en estos días un lavado de cara que pretende evitar que estos recintos que costaron millones acaben en el desguace.
China vivió durante tres largos años y hasta enero pasado una de las políticas antipandémicas más rígidas del mundo, sustentada en infraestructuras dedicadas a centros de confinamiento, hospitales de campaña y miles de casetas para pruebas de PCR que desaparecieron casi de la noche a la mañana.
Las PCR dejaron de ser obligatorias para entrar en espacios públicos, centros comerciales o restaurantes y las más de 30.000 cabinas que acumulaban urbes como Pekín, Shanghái (este) o Shenzhen (sur) según medios locales, se quedaron de repente sin razón de ser.
De cabinas PCR a cobijos Invernales
La pandemia desapareció del imaginario colectivo de un día para otro, y los remanentes físicos que podían recordarle a los ciudadanos otros tiempos tuvieron que evolucionar también improvisando nuevos usos.
Todo para evitar que una fuerte inversión, que alcanzó el año pasado los 30.000 millones de yuanes (4.325 millones de dólares, 4.073 millones de euros) solo en la capital, según el diario hongkonés South China Morning Post, acabara en el desguace.
En varias urbanizaciones, los cubículos fueron readaptados para cambiar sus inquilinos. Si antes las ocupaban los «dabai» encargados de realizar las PCR, ahora lo hacen los guardias de seguridad que se resguardan del invierno capitalino.
Además, las zonas habilitadas para que los ciudadanos realizaran, en ocasiones, colas de más de dos horas para hacerse una PCR, se han convertido en un área de recreación e interacción social frente al temor que suscitaban estos espacios hace apenas unos meses.
Una segunda oportunidad
En la metrópolis de Shanghái, las cifras ofrecidas por los medios locales redujeron de 15.000 a apenas 1.000 el número de cabinas que seguían operando para su propósito original a los pocos días del 8 de enero.
Si bien llegados a marzo la mayoría de estos vestigios de otra era han sido reubicados, algunos mantienen su emplazamiento original transformados en pequeñas clínicas que brindan consultas y dispensan medicamentos a modo de extensión de los centros de salud comunitario, o simples puntos de descanso para trabajadores.
También cabe la opción de invertir para dar una segunda vida los puestos comprando el excedente de existencias de los productores en plataformas de venta en línea como Taobao por 100 yuanes (14,4 dólares, 13,5 euros). EFE