Volvemos, como siempre -pero siempre lo haremos- a referirnos al pésimo estado de las vías intraprovinciales, mediante las cuales Cuenca se comunica con las otras ciudades sureñas.
Si durante el verano son un problema, lo son mucho más en invierno. La deducción es lógica.
Justo es decirlo: la orografía hasta cierto punto conspira contra nuestras carreteras, máxime si, como la Cuenca-Molleturo-Puerto Inca se construyó sin estudios de impacto ambiental, con un trazado antitécnico y por zonas demasiado frágiles; o en la Cuenca-Girón-Pasaje recrudecieron fallas geológicas.
Algo similar sucede en las vías hacia las vecinas provincias orientales, incluso con Loja, en especial después de Saraguro.
El poco, nulo a veces, mantenimiento vial es otro factor en contra. La saturación de los suelos como consecuencia de las lluvias, de un momento a otro ocasiona deslizamientos de tierra de toda magnitud, como el ocurrido este lunes en la Cuenca-Pasaje, sector Gramalote, cantón Pucará.
Las reparaciones, parciales por lo general, se suman a la cantidad de “parches” existentes a lo largo de esa carretera, cuya verdadera reconstrucción, peor un nuevo trazado, son una quimera.
Algo similar sucede en la Cuenca-Molleturo-Puerto Inca. Se habla de reemplazarla por otra cuya construcción el MTOP no podrá hacerla por sí solo, sino es a través de las concesiones públicas-privadas.
Hay un dato desalentador: tales concesiones no serían apetecibles para el sector privado por la poca cantidad de tráfico vehicular y la oposición a los peajes.
Invertir en nuevas vías, incluso en nuevos tramos para reemplazar a los afectados por fallas geológicas, más la tacañería de la gente, repetimos, son factores a ser analizados con cabeza fría.
Hasta tanto, cuando menos el mantenimiento debe hacerse en serio, comenzando por la señalización. No es pedir mucho, ni costará mucho.